Para cualquiera que vivió la crisis del 2001 en la Argentinalas imágenes en Grecia el 19 y 20 de diciembre de 2011 le pueden resultar familiares a pesar de las grandes diferencias entre ambos países. Miles de personas duermen y deambulan por las calles pidiendo una moneda o algo para comer. El cartel “se alquila” está por doquier pegado en las puertas de oficinas vacías y negocios donde se exhibe mercadería tapada de polvo en franco abandono. A pocos metros del Parlamento, sobre la avenida Panepistimiou, donde están algunos de las construcciones modernas más bellas y emblemáticas de Grecia como la Biblioteca Nacional, la Academiade Letras y la Universidadde Atenas se puede observar una síntesis de lo que sucede en este país.
Frente a la salida del subte hay un puesto de “Médicos del Mundo” que recibe donaciones de comida para repartir entre los más necesitados y en un arranque de creatividad los voluntarios hicieron un árbol de navidad con las latas de conservas que juntaron durante el día. A pocos metros del “árbol” hay un grupo de unas veinte personas en un ostensible pésimo estado de salud inyectándose alguna droga ante la pasividad de los que pasan por allí que ya ni los miran porque son parte del “paisaje”. Sobre la vereda están las mantas extendidas de inmigrantes de Bangladesh que venden carteras truchas de Louis Vuitton o Prada. Con un ojo buscan compradores y con el otro miran por si viene la policía que los obliga a salir corriendo. En momentos de crisis los inmigrantes no son bienvenidos. A sus espaldas las luces iluminan los edificios que representan la majestuosidad del saber y la cultura griega milenaria, inermes ante la decadencia.
La crisis sin precedentes hace de Atenas una ciudad triste a pocos días de la navidad.
Los negocios están casi vacíos y el desánimo es tal que los vendedores ni siquiera tienen ganas de salir a la caza de los transeúntes. Saben que no tiene sentido porque la gente está sin dinero en sus bolsillos y tampoco entra para preguntar por los precios o pidiendo más rebajas de las que ya se ofrecen. Ni siquiera el barrio Kolonaki –considerado el más “chic” de la ciudad por sus tiendas de conocidas marcas internacionales – escapa a las generales de la ley. Tampoco al recorrer sus sinuosas y arregladas calles se ve gente con las típicas bolsas de compras navideñas.
Las historias que afloran golpean en lo más profundo. La periodista de radio Eugenia Lupaki – quebrada por las lágrimas- cuenta al aire el testimonio de una maestra jardinera que recibió de una de sus niñas la carta de la madre donde le decía que se la dejaba por unos meses porque no tenía dinero para alimentarla y abandonaba la capital en búsqueda de trabajo en el interior del país. Las historias dramáticas se reproducen. Un sacerdote salta a la fama porque el 21 de diciembre encontró en su pórtico dos niños de cuatro años abandonados por sus respectivas madres.
Aunque no sepan verbalizarlo muchos griegos sienten que están dando pasos agigantados hacia al infierno.