La ofensiva del gobierno de los Estados Unidos contra la República Islámica de Irán ya se está desarrollando en varios frentes a la vez, casi como el preludio de una ofensiva militar. A escasos años de la invasión a Irak las similitudes con el caso iraquí no dejan de llamar la atención. Primero se demoniza al enemigo, luego se trata de estrangular su economía, se lo aísla en el ámbito diplomático y por último se provoca su caída. En el caso iraní, aunque el eje hoy esté puesto en su desarrollo nuclear, siempre hay que tener en mente que el 11 de febrero de 1979 Estados Unidos perdió a un aliado clave en la región y que el Sha de Irán también era un socio político y militar del Estado de Israel. Es difícil pensar que lo asesinatos de científicos y atentados en instalaciones nucleares y/o militares nunca esclarecidos del último año sean fruto de la casualidad, cuando tan abiertamente se habla de un ataque militar contra Irán de Estados Unidos, Israel, o ambos países de manera conjunta.
Por esta razón para los iraníes no hay duda de que la sucesión de hechos es parte de la trama armada por los israelíes y/o los norteamericanos. La prensa israelí refleja casi a diario la existencia de un debate entre políticos, funcionarios, militares y periodistas sobre la manera de evitar que los iraníes continúen ampliando su capacidad nuclear. Algunos consideran que hay que destruir lo antes posible sus instalaciones nucleares de manera similar a lo que se hizo en 1981 en Irak y en 2007 en Siria cuando aviones israelíes destruyeron infraestructura nuclear en construcción. Los que piensan que esta opción es muy riesgosa y podría provocar una guerra regional sostienen que la mejor manera de impedir que los iraníes accedan a la tecnología nuclear es por medio de ataques selectivos a sus instalaciones y personal calificado. En otras palabras, atentados anónimos a edificios y asesinatos selectivos de los científicos que están trabajando en los proyectos nucleares. Ya hace un año, el 17 de enero de 2011, uno de los principales analistas militares del diario israelí Haaretz, Yossi Melman, aseguraba que el claro retraso del desarrollo nuclear iraní se debía a que Israel ya había atacado Irán. De hecho, el título de la nota “Israel ya atacó Irán” no dejaba margen de dudas al respecto.
A esto se suma la intensa campaña diplomática que lleva adelante el Departamento de Estado para aislar a Irán. Además de presionar a la Unión Europea para que no le compre más petróleo, el secretario del tesoro Timothy Geithner realizó una gira por Asia para convencer a China y Japón de que reduzcan su comercio con Teherán. Aunque los chinos no parecen muy convencidos, Japón, y también India –otro importante comprador- ya anunciaron que se plegarían a las sanciones. Paralelamente el Departamento de Estado el 12 de enero anunció en su página oficial que la secretaria de Estado Hillary Clinton le impuso sanciones a tres compañías por hacer negocios con el sector energético iraní. Las firmas sancionadas son Zhuhai Zhenrong de China, Kuo de Singapur y FAL de Emiratos Árabes Unidos. Por otra parte, Estados Unidos ya tiene tres importantes bases militares frente a las costas iraníes en el golfo arábigo-pérsico. En Bahréin está la Quinta Flota y en Catar el Comando Central o CENTCOM, ambos a unos 250 km de la costa iraní; mientras que en Kuwait hay una base militar a menos de 120 km de la costa persa.
Tiene poco sentido tratar de adivinar cuándo y cómo Israel o los Estados Unidos atacarán a Irán. Lo que queda claro es que el cerco se estrecha cada vez más.