martes, 14 de junio de 2011

El desafío de Ollanta Humala

“El modelo no se toca” tituló el diario fujimorista La Razón el viernes 9 de junio para resaltar que Ollanta Humala no cambiará el rumbo económico del país por más que hable de inclusión social. El “modelo” peruano ha sido presentado como un ejemplo de crecimiento económico por los organismos financieros internacionales, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Las presiones sobre el presidente electo para que continúe con este “modelo” reflejan con claridad los intereses que están en juego. Pero, ¿cuál es este modelo que tanto se elogia? Más allá de la apertura económica que alentaron las privatizaciones impulsadas por Alberto Fujimori en los años noventa, el gran dinamizador en la economía peruana ha sido el impresionante desarrollo minero.
Perú se ha convertido en el primer productor de plata del mundo, el segundo en cobre y zinc, el tercero en estaño, cuarto en plomo, quinto en oro, además de poseer muchos otros valiosos minerales. También está a la cabeza en Latinoamérica en oro, estaño, bismuto, teluro, plomo e indio. En otras palabras, Perú es hoy un gigante de la minería mundial gracias a una generosa política de puertas abiertas a las principales empresas multinacionales del rubro.
El impacto económico de la minería en el país es tan fuerte que gran parte del crecimiento se debe justamente a la extracción de los minerales. En el año 2000 las exportaciones totales del país rondaban los 7 mil millones de dólares y las mineras ya alcanzaban el 46 por ciento. Siete años después, en 2007 sólo las exportaciones mineras superaban los 17 mil millones de la misma moneda, representando casi el 62 por ciento del total. El caso del cobre es notable, su exportación en 2007 superó los 7 mil millones, más que lo exportado en todos los rubros en el año 2000. Los sucesivos gobiernos peruanos han insistido en que es este “modelo” el que ha permitido los altos índices de crecimiento macroeconómico y que éste favorece a los más pobres. Los que votaron por Ollanta Humala y piden un cambio no parecen estar muy convencidos de los beneficios del “modelo”. ¿Se atreverá Ollanta Humala a tocarlo?

domingo, 5 de junio de 2011

¿A quién le importa lo que piensan los africanos?

La gran mayoría de los medios de comunicación informa que los líderes del G-8 debaten en Francia sobre la situación en Libia y citan al presidente Nicolas Sarkozy diciendo “a Kadafi hay que decirle que se vaya, que deje el poder ya”. Paralelamente, se reúne la Unión Africana en Etiopía y allí los representantes de más de 50 países piden un cese de los bombardeos de la OTAN ya que sólo el diálogo puede permitir una solución política. Fuera del Africa muy pocos medios se hacen eco de la reunión. Algún ingenuo podría preguntar dónde está Libia, pero todos saben la respuesta. A los que bombardean Trípoli con el objetivo de matar a Muammar Kadafi poco parece importarles lo que piensen los africanos. El gabonés Jean Ping, al frente de la Unión Africana, lamentó que “algunos actores internacionales parecen negarle al Africa cualquier rol relevante en la búsqueda de una solución al conflicto”.
De hecho, vale la pena recordar que al momento de comenzar el Reino Unido y Francia con sus bombardeos el 19 de marzo una delegación africana del más alto nivel buscaba en Trípoli una resolución pacífica al enfrentamiento interno. Poco les importó.
El documento aprobado por la Unión africana dice claramente que quieren marginar al continente a pesar de que el conflicto los afecta principalmente a ellos porque decenas de miles de libios han abandonado su país para escapar de la guerra civil. Claro que ni en Túnez ni en Egipto se desgarran las vestiduras por la llegada de libios como lo hacen en Italia, donde no se acallan las voces racistas en protesta por el arribo de algunos africanos.
Es posible que Kadafi acepte una mediación africana y que la utilice para ganar tiempo y mantenerse en el poder. Pero los que iniciaron los bombardeos sobre Libia han caído en su propia trampa. Creyeron que el régimen del líder libio se desmoronaba y que quedarían como héroes con algunos ataques aéreos. Ahora no pueden aceptar nada que no sea el exilio de Kadafi. Y por supuesto, como tantas otras veces, poco les importa lo que piensen los africanos.

Un encuentro con Rafael Correa (18 de mayo)

El presidente de Ecuador llega puntual al canal de televisión para la entrevista que le harán dos ecuatorianos y un argentino en un formato especial del programa “Pulso Político”, el miércoles 18 de mayo. Esta vez el programa cuenta con un periodista extranjero como invitado para aportar una mirada latinoamericana. A escasos días de una consulta popular que todavía tiene múltiples y disímiles interpretaciones ese tema ocupa un lugar central en la entrevista.
Correa luce contento y transmite la tranquilidad de alguien que siente que la victoria ha sido suya ya que en las diez preguntas, algunas muy complejas, ganó el SI. Sin embargo, como el triunfo en varias regiones no fue muy holgado -y tal vez por un margen menor de lo esperado- los que llamaron a votar por el NO tratan de atribuirse la victoria sumando los votos blancos y nulos. Correa insiste en que los opositores deben reconocer la derrota; sin dejar de mirar a la cámara afirma que “la victoria ha sido contundente”. Quiere mostrar que está firme al mando del barco y que éste no se hunde como aseguran diversos sectores de la izquierda y la derecha. Correa tampoco oculta su molestia con la izquierda y los movimientos indígenas y campesinos que hicieron campaña por el NO junto a algunos sectores de la derecha más recalcitrante.
Pero el gran tema que lo obsesiona son los medios de comunicación. Correa afirma que los medios ocupan el lugar dejado por la partidocracia y se han convertido en el poder fáctico más poderoso. Sin medias tintas, y parafraseando a Carlos Marx mira a la cámara y asegura que “la prensa burguesa es el nuevo opio de nuestros pueblos”.
El diario El País no desaprovechó la oportunidad para dar su opinión sobre un gobierno al que suele descalificar. En su editorial del viernes 20 afirmó que “la prensa ecuatoriana, que Correa llama burguesa, no está a las órdenes del presidente”, dando a entender que sus verdaderas intenciones son el control absoluto de la prensa. Pero con su respuesta inmediata no hizo más que dejar bien claro que el proyecto político de Rafael Correa se está enfrentando a sectores muy poderosos, dentro y fuera del Ecuador.