Los aniversarios son momentos en los cuales todo gobierno pone en movimiento un conjunto de recursos y elementos simbólicos que sirven para unir al pueblo detrás de una gestión. Más aún si se trata de conmemorar revoluciones que sucedieron hace poco, como la iraní, apenas treinta y tres años atrás. Las dos fechas claves de esta revolución de 1979 son el 1 y el 11 de febrero de dicho año. El primero de febrero el Imam (guía espiritual) Ruhollah Jumeiní regresó del exilio. El 11 de febrero cayó definitivamente el régimen monárquico del Sha Mujamad Reza Pahlavi y comenzó el proceso que llevaría a la proclamación de la “República Islámica de Irán” en abril del mismo año. Las calles en las principales ciudades iraníes están ahora adornadas con la bandera verde-rojiblanca y muchísimas fotos del líder de la revolución Jumeiní y Alí Jamenei -su sucesor como líder supremo y ex presidente entre 1981 y 1989- sin que se aprecien fotos del presidente Majmud Ajmadineyad.
En la televisión se emiten numerosos cortos alusivos a la revolución que mezclan imágenes de la lucha popular contra el Sha con la resistencia a la invasión iraquí de 1980 y la posterior guerra de ocho años que provocó casi un millón de muertos entre los dos pueblos. Una de las imágenes recurrentes en las calles y la televisión es la de Jumeiní bajando del avión de Air France ayudado por el piloto que lo trajo el 1 de febrero.
Son días en que numerosos programas de la televisión iraní recuerdan el régimen del Sha, la represión que provocó miles de muertos, sus fabulosos palacios (hoy reconvertidos en museos y parques públicos) y la ostentación y despilfarro de dinero sin límites de quien se pretendía heredero de Darío el Grande y la antigua civilización persa. Todavía hoy cuando ahora uno llega a las ruinas de Persépolis, la antigua capital del imperio persa, se pueden observar los restos de las estructuras de metal de las lujosas carpas que el Sha levantó para la fastuosa fiesta de 1971 cuando intentó trazar una continuidad de 2500 años entre la antigua civilización y su reinado.
La riqueza del Sha siempre contrastó con la modestia de Jumeiní que, a su regreso, se alojó en una sencilla casa del norte de Teherán. En este 1 de febrero la casa estaba repleta de escolares que venían a conocer la pequeña habitación que usaba el líder religioso para recibir a sus visitantes. Nada más alejado de los inmensos palacios del Sha, donde todavía se exhiben los carísimos autos europeos que usaban él y su familia.
En este aniversario el mensaje que el gobierno le transmite a la población es que los avances tecnológicos le permiten sobrellevar cualquier bloqueo porque tiene la capacidad para producir desde lo más sencillo y trivial hasta lo más sofisticado. Prueba de ello son los misiles iraníes surcando los cielos que se muestran una y otra vez por televisión.