Los primeros días de 2012 sirvieron para que el gobierno alemán presentara con aires de triunfalismo la fortaleza de su economía y resaltara que Alemania es una isla de prosperidad en Europa. El ministro de trabajo Philipp Rösler afirmó que desde 1991 no se registraba un porcentaje tan bajo de desempleo, apenas el 6,6 por ciento. Comparado con el veinte por ciento de desocupación actual en España afectivamente Alemania parece otra Europa. Numerosos diarios resaltaron los números positivos del mercado laboral e incluso el Berliner Morgenpost se atrevió a titular que “no hay rastros de la crisis en la capital” porque en 2011 se crearon 6938 nuevos puestos de trabajo y en Facebook los berlineses tienen cerca de un millón de “amigos”. Claro que al analizar la cifra en números reales se descubre que son casi tres millones de personas las que están registradas en la agencia nacional de trabajo porque carecen de empleo. Un análisis aún más fino del conjunto de los datos revela que hay otros cuatro millones de subocupados y que uno de los principales problemas es que muchos de los nuevos puestos de trabajo son precarios y de muy mala calidad.
A pesar de que ya han pasado más de veinte años desde la reunificación alemana la división este-oeste todavía se siente en el mercado laboral. En el oeste la desocupación es menor que la media nacional (6,6), y en los Estados que conformaban la República Democrática Alemana casi la duplica (10,6%), alcanzando incluso los niveles españoles en algunas ciudades. También es interesante descubrir que entre los extranjeros el paro trepa al 14 por ciento, a pesar de que la extrema derecha siempre los acusa de “robarles” puestos de trabajo a los alemanes.
La canciller Ángela Merkel es consciente de que la economía alemana es robusta a pesar de los bajos (o altos) niveles de desempleo, según con que lupa se lo mire. Su gran problema al comenzar el año es la fuerte presión que existe para que renuncie a su cargo Christian Wulff, el presidente de Alemania. Aunque en un sistema parlamentario como el alemán el cargo no sea tan decisivo, el presidente no puede estar envuelto en escándalos que afecten su conducta que debe intachable. Sin embargo, estando al frente de la región de Baja Sajonia Wulff recibió préstamos y beneficios de empresarios. Primero lo negó, y luego tuvo que reconocerlo. La situación se tornó más turbia y compleja para el presidente desde que se conoció que llamó al director del influyente periódico Bild para impedir que la noticia continuara difundiéndose.
Tal vez Merkel pueda seguir piloteando la crisis europea, pero que un hombre de su partido, elegido hace menos de un año, se vea obligado a renunciar, puede ser algo más que un dolor de cabeza.