viernes, 24 de diciembre de 2010

Wikileaks: cables y credibilidad

Los papeles del Departamento de Estado difundidos por wikileaks por medio del New York Times, The Guardian, Der Spiegel, Le Monde y El País de España han marcado nuevas agendas de debate político en cada uno de los países señalados por esos documentos. En América Latina tuvo especial repercusión lo publicado por el influyente El País que ya no es tan sólo un diario como otrora porque se ha convertido en un emporio económico-periodístico que defiende también sus propios intereses y –además- informa. Por eso no es casual que día tras día haya publicado noticias que involucraban a los gobiernos progresistas de la región, “casualmente” los que el diario madrileño suele criticar con mayor virulencia. Y es muy interesante ver el efecto que han tenido. Hay que recordar que los documentos filtrados son cables enviados a Washington por los embajadores y funcionarios de tercer o cuarto rango de las embajadas de los Estados Unidos que reflejan sus opiniones subjetivas. Pero esas opiniones, luego convertidos en título impersonal por El País, fueron reproducidas como si fueran verdades absolutas por muchos medios de comunicación en América Latina según el interés político de cada uno de ellos para atacar a los gobiernos. Así, cuando lo enviado por esos funcionarios en Managua dice “tenemos informes”, “creemos”, o “múltiples contactos nos han dicho” termina como título “EEUU: Chávez y el narcotráfico financian la Nicaragua de Ortega”, lo que luego fue reproducido por todos los diarios en Nicaragua como información verídica. Y esto sucedió también con cables sobre casi todos los países. Esto es, una opinión u análisis de funcionarios de la embajada termina dando la vuelta al mundo como si su lectura de la realidad fuera desprejuiciada, única y verdadera y -por sobre todas- confiable.
Amén de cualquier evaluación sobre Daniel Ortega, es sabido que el departamento de Estado desprecia a Ortega, organizó una guerra contra los sandinistas en los ochenta y trató de evitar su triunfo en las elecciones 2007 mediante una intervención pública del embajador Paul Trivelli. Pero de todo eso, claro está, en los cables y en El País, ni una sola palabra. Es realmente muy extraño. Menos mal que hay muchos que conocen la historia.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Marruecos y el Sahara (desde Rabat)

Los enfrentamientos en la ciudad de Al Aiún el 8 de noviembre pasado pusieron otra vez sobre el tapete la cuestión del Sahara en Marruecos, un país que desde su independencia en 1956 está gobernado por una monarquía. La historia de este reinado es milenaria y uno lo puede sentir en la piel cuando recorre ciudades legendarias como Fes o Marrakesh y atraviesa imponentes murallas construidas hace siglos. Sus viejos mercados remontan a historias de dinastías islámicas, mezquitas y universidades de una belleza sin igual que perduran a pesar del paso del tiempo. Sin embargo, el Sahara parece eclipsarlo todo aunque parezca muy difícil encontrar la resolución a un conflicto heredado de cuando los españoles abandonaron esta región en 1975. Ese mismo año el rey Hassan II, padre del actual monarca Mohamed VI, se apoderó del Sahara aunque ya existía población local que se había organizado en el Frente Polisario para reclamar un Estado propio saharaui.
El gobierno de Marruecos sostiene que no existe un problema saharaui, que el territorio le pertenece por historia y que cualquier acontecimiento es fruto de la manipulación de su vecino Argelia, donde tiene su base el Frente Polisario y hay miles de saharauis que viven en campamentos de refugiados. Además –asegura- si el tema está en los medios europeos, principalmente los españoles, se deber a la animosidad del antiguo colonizador hacia los marroquíes y el islam, o el odio actual hacia los inmigrantes africanos que cruzan el estrecho de Gibraltar en búsqueda de mejores condiciones de vida y se instalan en España. Cuesta encontrar una opinión divergente en Marruecos entre los partidos políticos o la prensa, que incluso alienta los sentimientos nacionalistas. El domingo 28 de noviembre se realizó una manifestación en Casablanca en una convocatoria pocas veces vista por su temática: contra la prensa española y el parlamento europeo que criticó la represión en Al Aiún. El gobierno marroquí insiste en que no hubo represión contra la población local, que las víctimas fueron policías desarmados y que todas las denuncias son fruto de una campaña contra el país. Verdadero o falso está todavía por dilucidarse. Pero no es menos cierto que cientos de miles -algunos diarios aseguraban que casi tres millones- salieron a las calles a proclamar que el Sahara es parte integral de Marruecos. Y si casi nadie se atreve a cuestionar la institucionalidad de la monarquía, en voz alta tampoco cuestionan que el Sahara es y será marroquí.