“No creo que mis compatriotas vayan a ser tan insensatos de ponernos en la disyuntiva de elegir entre el sida y el cáncer terminal, que es lo que serían Humala y Keiko Fujimori” dijo el escritor y político Mario Vargas Llosa. Como tantas otras veces se equivocó. Claro que, más allá de sus palabras descarnadas e hirientes, seguramente reflejaron el sentir de muchos peruanos cuando descubrieron que en la segunda vuelta tendrían que elegir entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori.
Estas elecciones fueron asombrosas y extraordinarias en muchos sentidos. Un candidato (Humala) que ni siquiera figuraba en las encuestas hace unos meses, logra el mayor porcentaje de votos en la primera vuelta, al igual que cuatro años atrás. Una candidata que hizo de primera dama junto a su padre y que tiene como uno de sus principales objetivos liberarlo de la cárcel les quitó el podio a tres candidatos que representan variantes del establishment (Toledo, Kuczynski y Castañeda) y que –sumados- lograron casi el cincuenta por ciento de los votos. Un partido histórico centenario no presenta candidato por sus peleas internas a pesar de tener un presidente que deja el poder con un fuerte reconocimiento de casi todos los organismos internacionales. Le elogian el crecimiento económico, producto del boom de los minerales (cobre, oro, plata, hierro, plomo y zinc) que Perú tiene en abundancia, a pesar de los altos índices de pobreza.
Si bien Fujimori y Humala ya están integrados en la política en el sentido tradicional del término (elecciones, participación en el Congreso) ambos son percibidos como candidatos “anti-sistema” porque parecen imprevisibles frente a los políticos más tradicionales. En el caso de Humala porque el “establishment” duda que garantice la continuidad en las políticas macroeconómicas y teme que haga una gestión “populista”.
En el caso de Fujimori, porque si libera a su padre esto podría provocar una profunda crisis política. Ambos candidatos necesitan los votos de aquellos que no los votaron y que proclamaron a los cuatro vientos que nunca los votarían. Vargas Llosa, el acérrimo enemigo del populismo en todas sus variantes, ya anunció que votará por Ollanta Humala. Aunque usted no lo crea.