El éxito de las revueltas populares pacíficas en Túnez y Egipto llevó a pensar que los regímenes árabes se irían desmoronando uno tras otro con relativa facilidad. Tal vez esto fue una expresión de deseos vista la rapidez con que cayeron los regímenes de Ben Alí y Mubarak. Sin embargo, Muammar Kadafy y otros gobernantes árabes llegaron a la conclusión de que había que presentar batalla. Por un lado, movilizaron a sus partidarios para mostrar que no estaban aislados como Ben Ali y Mubarak, y que gozaban de cierto apoyo popular. Por el otro, continuaron con la represión sabiendo que el gran temor de sus aliados europeos y norteamericanos radica en su posible pérdida de influencia en una región clave para ellos. Durante muchos años estos gobiernos fueron la garantía de “estabilidad”. Traducido, esto significa el libre uso de tierras y costas para la radicación de bases militares de las grandes potencias, el acceso al petróleo, la venta de armamento por sumas multimillonarias y una alianza estratégica en numerosos frentes para aislar a Irán, luchar contra Al Qaeda y evitar una confrontación árabe con el Estado de Israel.
Pero Kadafy, fiel a su estilo imprevisible, cruzó la raya. Públicamente salió a decir que perseguiría como ratas a los “drogadictos” que se le oponían. Y comenzó la represión más violenta de todas las que se habían producido en los países árabes en 2011. Los europeos y norteamericanos le habían “perdonado” a Kadafy su discurso antiimperialista del pasado o los atentados terroristas como el del vuelo 103 de Pan Am que mató a más de 250 personas. En los últimos años lo abrazaron y se sacaron fotos con él y le toleraron sus excentricidades en aras de los buenos negocios porque el 80 por ciento del petróleo que exporta Libia va a Europa.
La torpeza del propio Kadafy les dio una oportunidad para sacarse de encima a una persona impredecible y poco confiable. Por eso desecharon las propuestas para negociar de Hugo Chávez y la Unión Africana y a las 48 horas de la resolución de Naciones Unidas comenzaron a bombardear Libia. Los mismos que siguen matando civiles a diario en Afganistán y Pakistán dijeron que lo hacían para “proteger” civiles. En nombre de la humanidad decidieron hacer lo que mejor saben: intervenir militarmente. Como siempre.