La Puerta del Sol en el corazón de Madrid hoy se asemeja muy poco a la clásica postal que ofrecen los folletos turísticos españoles. La estatua ecuestre de Carlos III, rey de España, está revestida de consignas anticapitalistas y a su pie una baldosa artesanal pegada a la verja dice “dormíamos, despertamos y aquí estamos!! Plaza tomada”.
Seguramente para muchos visitantes que pasan por allí es difícil comprender qué sucede en la plaza más céntrica y famosa de Madrid. Y esto no es nada comparado con el mes de mayo, cuando “Sol” -como la llaman familiarmente- era el centro de la protesta de los indignados y miles de personas la ocupaban día y noche. Aquí nació todo.
Tres meses después el movimiento se ha transformado y ahora Sol durante el día es más que nada un centro de información que le permite a uno acercarse y preguntar donde hay alguna actividad de las asambleas. El movimiento asambleario no desapareció como creyó el gobierno; todo lo contrario, se transformó y se trasladó a los barrios, y sólo en Madrid hay más de cien asambleas funcionando.
Al caer la noche este centro turístico de Madrid adquiere tintes surrealistas. Por un lado hay norteamericanos o rusos escuchando un grupo de mariachis y comprándole carteras baratas a unos senegaleses, siempre prontos a salir corriendo cuando ven a la policía. Por el otro, decenas de manifestantes dan vueltas a la plaza con una bandera que dice “contra la impunidad, solidaridad con las víctimas del franquismo”. En cualquiera de las peatonales que desembocan en Sol se pueden ver grupitos de personas sentadas en ronda en el piso debatiendo sobre el futuro de España. Son las comisiones de las asambleas que discuten desde el capitalismo, el poder de los bancos, la necesidad de organizar un referéndum sobre las reformas laborales o una huelga general contra el gobierno, hasta sencillas cuestiones técnicas de cómo pintar un mural.
Un argentino que haya participado en las asambleas vecinales que surgieron en Buenos Aires durante la crisis de 2001 encontrará muchas similitudes entre los dos movimientos asamblearios. Pero hay una diferencia notable. En la Argentina se salía de una década de hegemonía neoliberal y casi no había espejos en los cuales mirarse. En España, a pesar del bombardeo mediático de los grandes medios contra las experiencias progresistas latinoamericanas, algunos ya están comenzando a preguntarse cómo lo lograron.
En uno de los carteles alguien escribió “No podrán pararnos. Lo queremos todo y mucho más.” Difícil saber adónde llegarán, pero esto también va muy en serio.