Un recorrido por Marruecos permite percibir de manera tangible el significado de los términos colonias y colonialismo. En el sur los españoles ocuparon lo que llamaban el “Sahara español” y su retiro en 1975 ha dejado un conflicto complejo que todavía se debate en las Naciones Unidas, mientras que el norte fue terreno de disputas de casi todas las potencias coloniales con la población local, y entre sí. Justo en el extremo norte del Africa -donde se unen el océano Atlántico y el mar Mediterráneo y se forma el estrecho de Gibraltar- está la ciudad de Tánger. En realidad, la ciudad se llama “tanya” en árabe (con “ye” a la argentina). Seguramente la dificultad de los franceses de pronunciar esa última letra “a” mezclada con una “hache” final árabe llevó a que los franceses la hicieran conocida en Europa como Tánger. Esta antigua y estratégica ciudad fue disputada por españoles, franceses y británicos que la ocuparon en diferentes momentos. Todavía se pueden ver edificios de estilo británico y el cine Cervantes mezclados con carteles en francés que -aunque no es idioma oficial- es la segunda lengua del país después del árabe. A una hora de viaje de Tánger, sobre el Mediterráneo está la ciudad de Cebta, rebautizada Ceuta por los españoles, uno de los enclaves coloniales que España todavía tiene en el norte de África junto a Melilla. El gobierno marroquí reclama en todos los foros internacionales que España se retire, pero esto siempre recibe una tajante respuesta negativa de Madrid.
La sensación es extraña cuando uno recorre pequeños pueblos marroquíes sobre la costa del Mediterráneo y de repente llega a una península que es toda española. En el único puesto fronterizo que existe hay miles de marroquíes que van y vienen para comprar todo tipo de productos a bajo precio en Ceuta y venderlos más caros al regresar. Se pueden ver desde mujeres cargando bolsas repletas de jugos de frutas hasta jóvenes que improvisan mochilas con cajas que contienen jabón en polvo para el lavarropas.
Ceuta es una península montañosa de unos 10 kilómetros de largo y apenas 300 metros de ancho en el centro de la ciudad. Aunque gran parte de la población es marroquí aquí no hay zoco árabe ni gente en la calle vendiendo higos, melones o lo que tengan a mano como del otro lado de la frontera donde el comercio informal es parte fundamental de la economía. Ceuta parece un pequeño y típico pueblo español de unos 80 mil habitantes con su Gran Vía y sus bares de tapas donde venden cerveza y el jamón ibérico, algo difícil de encontrar en Marruecos porque los musulmanes tienen prohibido tomar alcohol y consumir cerdo.
La vida de los ceutíes no es fácil, enfrente está la ciudad de Algeciras, pero para llegar a ella se debe cruzar el estrecho de Gibraltar en barco. A la ciudad de Melilla casi ni la conocen porque no hay barcos o vuelos directos, y si quieren llegar en automóvil deben viajar unos 500 kilómetros por territorio marroquí. A sus espaldas está Marruecos, el Africa, con todo lo que significa para los españoles, y que visitan sólo si es estrictamente necesario, como si fuera un mundo ajeno a ellos. Si hasta el rey los visitó por primera vez recién en 2007, setenta y cuatro años después de la visita de otro jefe de Estado español. Así es la vida en un enclave colonial, uno no es ni de aquí ni de allá.