Después de meses de incertidumbre sobre el futuro de Libia el régimen de Muamar Kadafy se desmoronó en Trípoli mucho más rápido de lo que se pensaba, cuando la situación político-militar parecía empatada. Los rebeldes controlaban Bengazi, la segunda ciudad del país, y los leales a Kadafy parecían atrincherados en la capital con suficiente apoyo popular como para resistir mucho tiempo. En Europa y Estados Unidos se realizaron numerosos seminarios para analizar el escenario “post Kadafi” y pocos aventuraban cambios sustanciales en los próximos dos o tres años. ¿Qué permitió el rápido avance de las tropas rebeldes? Es difícil brindar ahora una respuesta acabada, pero es posible que en la sangría de sus propios hombres esté parte de la misma, además de la importancia de los bombardeos de la OTAN que fueron minando el poderío bélico de Kadafi. Desde que comenzó la rebelión Kadafi perdió a varios ministros de primera línea que se pasaron a la oposición, así como antiguos funcionarios, militares, embajadores y compañeros de armas, incluso de la revolución que lideró en 1969.
Algunos comparan la situación en Libia con la de Saddam Hussein en Irak. Sin embargo son más las diferencias que las similitudes. En Irak no hubo una revuelta popular, la inmensa mayoría de los ministros y funcionarios se mantuvieron al lado de Saddam Hussein hasta el final y éste fue derrocado por la intervención militar extranjera. En Libia, por el contrario, estalló una rebelión popular en febrero directamente influenciada por las revueltas en Túnez y Egipto y con motivos muy similares a los que movilizaron a millones en todo el mundo árabe. Ante la respuesta represiva de Kadafi y sus amenazas públicas de arrasar con el país decenas de funcionarios comenzaron a abandonar el barco cuando vieron que la OTAN intervenía al lado de los rebeldes. Salvo una tibia intervención de la Unión Africana para evitar la continuidad de la guerra civil y que no prosperó, a Kadafy lo abandonaron sus compañeros de la primera hora, sus más cercanos colaboradores y sus nuevos “amigos” europeos y norteamericanos que le toleraron sus excentricidades en estos últimos años. En algo se parece a Saddam Hussein. Como en su momento pasó con el iraquí, ahora Muamar Kadafy parece que se quedó sólo, esperando su triste y solitario final.