El diario francés Liberation publicó el 1 de septiembre el facsímil de un documento atribuido a los rebeldes en Libia (con fecha del 3 de abril) que le concedería a los franceses el control del treinta y cinco por ciento del petróleo una vez derrocado Muamar Kadafy. El tiempo dirá si el documento es auténtico, pero no cabe la menor duda de que el crudo libio es codiciado ya que se considera que Libia tiene las mayores reservas de África y es el cuarto productor del continente después de Nigeria, Angola y Argelia. Además, gracias a un gasoducto que lo conecta con Italia en los últimos tiempos duplicó sus exportaciones de gas natural. Aunque la revuelta contra Kadafy nació dentro de Libia, es imposible desligar la intervención de la OTAN de una oportunidad para que las grandes potencias y sus empresas petroleras accedieran al crudo en mejores condiciones con el derrocamiento de un líder imprevisible y dispuesto a patear el tablero. Si bien es complicado acceder a datos fidedignos sobre los contratos petroleros los principales compradores del crudo libio en 2010 fueron Italia (28%), Francia (15%), China (11%), Alemania (10%), España (10%) y más lejos Estados Unidos, con apenas el tres por ciento.
El negocio ahora es muy grande. Hay que reconstruir las instalaciones dañadas por la guerra civil y los bombardeos de la OTAN, y se abren las puertas para una nueva institucionalidad que permita renegociar gran parte de los contratos y concesiones que se firmaron durante la era Kadafy. En este sentido, el documento publicado por el diario francés es verosímil ya que el presidente Nikolas Sarkozy fue uno de los que más impulsó la intervención militar de la OTAN. Cuesta creer que un nuevo gobierno libio no privilegie a las empresas de los países que apoyaron la revuelta desde un primer momento y releguen a aquellos que no lo hicieron. En el primero grupo están las empresas francesas, británicas e italianas, secundadas por otros países europeos, Estados Unidos y Qatar. Por el contrario, es probable que Rusia, China y Brasil tengan problemas para concretar grandes proyectos en un futuro cercano por no haber apoyado los bombardeos de la OTAN y su retraso en reconocer al Consejo Nacional de Transición como gobierno legítimo de Libia. La revuelta no nació por el control del oro negro, pero el negocio es demasiado grande como para perdérselo.