Recorrer Santiago en estos días es una experiencia de conflictividad social que se aparece en cualquier momento y a cualquier hora. Aunque nadie sabe exactamente cuantos son los colegios y universidades tomados, son tantos que uno tiene la sensación que están a la vuelta de cualquier esquina. Gigantes carteles cuelgan de numerosos edificios con consignas que van desde el reclamo de eliminar el lucro en un sistema educativo hasta la convocatoria de un plebiscito para que la ciudadanía decida si la educación debe ser pública y gratuita, un reclamo que cada día se extiende a más sectores sociales.
Cruzar la puerta de un colegio tomado es entrar a otro mundo. En varios están las sillas de los pupitres montados unos sobre otros formando barricadas y hay que encontrar un hueco para ingresar. En el Liceo Nº 1, en pleno centro de Santiago son jovencitas adolescentes las que administran la escuela con una seriedad que asombra por la edad de quienes ahora están al mando. Los afiches hechos a mano advierten que allí no se toma alcohol y que las puertas se cierran a la medianoche, como para que nadie crea que esto es un juego de niñas malcriadas. Atienden a los visitantes con seriedad y en el recorrido van mostrando los daños que dejó el último terremoto y que todavía no han sido reparados. Su explicación de porqué no están dispuestos a ceder ni un ápice en sus reclamos denota un gran conocimiento de sistema educativo que quieren cambiar. En muchos de los colegios tomados los jóvenes reciben el apoyo de sus padres y juntos organizan asambleas para decidir qué hacer día a día, aunque la última palabra parecen tenerla los más jóvenes. Es el caso de más de veinte estudiantes que decidieron iniciar una huelga de hambre ya hace más de un mes. Algunos la han abandonado, pero otros dicen que dejarán de ingerir líquidos, lo que representa un real riesgo de muerte. Camila Quintanilla estudia en el Liceo Darío Salas y es una de las huelguistas. Con absoluta frialdad asegura que está dispuesta ir hasta el final si el gobierno no acepta sus reclamos.
En las universidades se vive un clima parecido y algunas muy emblemáticas y tradicionales también se han sumado a las tomas como la Pontificia Universidad Católica –la PUC como le dicen aquí- que recién fue tomada hace unos días. A la noche el control es muy riguroso. Nadie quiere ningún problema y los infiltrados de la policía en algunas marchas provocando disturbios los mantiene en alerta.
Hoy, jueves 18 de agosto marchan otra vez en defensa de la educación pública. Exigen recorrer toda la Alameda que pasa frente al Palacio de La Moneda pero el gobierno de Sebastián Piñera no los quiere dejar marchar por allí y siempre les cambia el recorrido. Como en la Puerta del Sol en Madrid o la plaza Tajrir en El Cairo hay una pelea por ver quien controla el lugar más emblemático de la capital, porque con los símbolos también se ganan las batallas.