En menos de un mes de protestas se gestó una revuelta popular que destronó en Túnez a uno de los tantos regímenes autoritarios del mundo árabe. El hecho es muy significativo y todavía cuesta dimensionar el alcance de su impacto en el Medio Oriente. Esta revuelta es la primera en décadas que logra derrocar un gobierno árabe desde las revoluciones y golpes de Estado que destituyeron las monarquías en la década del cincuenta o la lucha por la independencia en Argelia que logró expulsar en 1962 a los franceses después de más de 130 años de ocupación colonial.
En una región donde no abundan los regímenes democráticos, ni partidos opositores, elecciones libres, sindicatos autónomos o libertad de prensa, no es fácil rebelarse contra poderes que se mantienen a través de eficaces aparatos represivos. Los tunecinos lo lograron. Y el Medio Oriente tiembla.
En Egipto Husni Mubarak desde 1981 y quiso dejar a su hijo como sucesor. Ya no lo puede hacer. Tampoco lo podrá hacer el presidente de Yemen porque las protestas lo obligaron a dejar de lado esa idea. ¿Qué pasará con el rey Mohammed VI en Marruecos o Kadafi en Libia que tomó el poder en 1969? En Argelia el Frente de Liberación Nacional gobierna desde la expulsión de los franceses, y cuando hubo elecciones libres y los islamistas ganaron les hicieron un golpe de Estado para impedirles gobernar.
Tunez no es una excepción. En 1957 logró la independencia de Francia y Habib Bourguiba fundó una república hasta que su primer ministro Zain al abidin Bin Ali lo destituyó en 1987 mediante un golpe palaciego. En los veintitrés años que gobernó Ben Alí no permitió oposición y construyó un emporio económico-familiar mafioso que lo hizo dueño de casi todo el país con su mujer Leila Trabelsi a la cabeza. Pero en el país supuestamente “más próspero” del norte de Africa el pueblo dijo basta.
Producto de un sistema represivo y perverso la oposición en Túnez está disgregada sin estructuras para ofrecer una alternativa real en lo inmediato. Los que estuvieron durante décadas con Ben Ali lo saben y quieren presentarse ellos como la única garantía de estabilidad ofreciendo una cierta liberalización política que les permita manejar las riendas del poder real. “Alí Baba se ha ido, ahora deben marcharse los cuarenta ladrones” dicen en Túnez. En otras palabras, “Qué se vayan todos!”.