Los enfrentamientos en la ciudad de Al Aiún el 8 de noviembre pasado pusieron otra vez sobre el tapete la cuestión del Sahara en Marruecos, un país que desde su independencia en 1956 está gobernado por una monarquía. La historia de este reinado es milenaria y uno lo puede sentir en la piel cuando recorre ciudades legendarias como Fes o Marrakesh y atraviesa imponentes murallas construidas hace siglos. Sus viejos mercados remontan a historias de dinastías islámicas, mezquitas y universidades de una belleza sin igual que perduran a pesar del paso del tiempo. Sin embargo, el Sahara parece eclipsarlo todo aunque parezca muy difícil encontrar la resolución a un conflicto heredado de cuando los españoles abandonaron esta región en 1975. Ese mismo año el rey Hassan II, padre del actual monarca Mohamed VI, se apoderó del Sahara aunque ya existía población local que se había organizado en el Frente Polisario para reclamar un Estado propio saharaui.
El gobierno de Marruecos sostiene que no existe un problema saharaui, que el territorio le pertenece por historia y que cualquier acontecimiento es fruto de la manipulación de su vecino Argelia, donde tiene su base el Frente Polisario y hay miles de saharauis que viven en campamentos de refugiados. Además –asegura- si el tema está en los medios europeos, principalmente los españoles, se deber a la animosidad del antiguo colonizador hacia los marroquíes y el islam, o el odio actual hacia los inmigrantes africanos que cruzan el estrecho de Gibraltar en búsqueda de mejores condiciones de vida y se instalan en España. Cuesta encontrar una opinión divergente en Marruecos entre los partidos políticos o la prensa, que incluso alienta los sentimientos nacionalistas. El domingo 28 de noviembre se realizó una manifestación en Casablanca en una convocatoria pocas veces vista por su temática: contra la prensa española y el parlamento europeo que criticó la represión en Al Aiún. El gobierno marroquí insiste en que no hubo represión contra la población local, que las víctimas fueron policías desarmados y que todas las denuncias son fruto de una campaña contra el país. Verdadero o falso está todavía por dilucidarse. Pero no es menos cierto que cientos de miles -algunos diarios aseguraban que casi tres millones- salieron a las calles a proclamar que el Sahara es parte integral de Marruecos. Y si casi nadie se atreve a cuestionar la institucionalidad de la monarquía, en voz alta tampoco cuestionan que el Sahara es y será marroquí.