Hay un viejo refrán que dice “se sabe como comienza pero no como termina”. Se lo podría aplicar para el actual enfrentamiento entre Costa Rica y Nicaragua. Como tantas otras veces dos pequeños países se disputan un río que comparten como frontera natural y política. Después de largas disputas que comenzaron en el siglo XIX y se extendieron durante el siglo XX, ambos países acordaron que el río San Juan está en territorio nicaragüense, pero puede ser utilizado con fines comerciales por Costa Rica a lo largo de más de cien kilómetros. El reciente conflicto tuvo su origen en trabajos realizados por nicaragüenses en una parte pequeña del delta del río muy cerca de la costa atlántica. Mientras en Managua sostienen que están en su territorio, en la vecina San José dicen que fueron invadidos. Esto fue lo que planteó Costa Rica en una reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA) adonde fueron a zanjar la disputa sin llegar a ningún tipo de acuerdo. Acusaciones cruzadas, marchas en las calles, demagogia y discursos nacionalistas en ambos lados no hacen más que envalentonar a los respectivos gobiernos para señalar que existe una campaña en su contra que proviene del otro lado de la frontera, o que el vecino es cómplice del narcotráfico que estaría usando el río.
El contexto latinoamericano tiene a Daniel Ortega y Laura Chinchilla en veredas opuestas. Si Ortega cuenta con el apoyo explícito de Venezuela y Cuba, Chinchilla prefiere tejer sus lazos con Panamá y Colombia, con quien Nicaragua también tiene viejos litigios territoriales por islas y cayos en el mar Caribe. Más allá de quien tenga la razón en la disputa por unos pocos kilómetros cuadrados, una vez que se lo plantea en foros como la OEA el conflicto se internacionaliza. Si hasta el diario israelí Haaretz aprovechó para sostener que todo forma parte de un proyecto chavista con financiamiento iraní para construir un canal interoceánico alternativo al de Panamá y oponerse a Estados Unidos, que hace poco meses firmó un acuerdo con Costa Rica para el envío de tropas cuyo objetivo sería luchar contra el narcotráfico.
Como dice el refrán, uno sabe como comienza, pero no como termina.