El intento de golpe de Estado en Ecuador a fines de septiembre dejó la sensación de que la era de los golpes no ha finalizado en América Latina. Tal vez no sea correcto utilizar la definición “golpe” en cada caso, pero no se puede negar que hay procesos de desestabilización en curso. En cada país las oposiciones buscan su manera de minar el poder de los gobiernos que transitan caminos alternativos a las políticas neoliberales. Después de Ecuador le llegó el turno a El Salvador. El presidente Mauricio Funes tuvo que salir a desmentir que las Fuerzas Armadas pudieran estar involucradas en un golpe de Estado aunque la prensa se hizo eco de las declaraciones de diversos funcionarios que afirmaron que “antiguos militares tocan puertas de sus camaradas” para crear “un escenario de desestabilización que pudiera volverse golpista”. El 10 de octubre, celebrando los treinta años de fundación del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) que llevó a Funes a la presidencia, el coordinador del Frente le preguntó a la multitud que lo acompañaba si juraban “defender este gobierno ante la mentalidad golpista”. Agregó que “no descansan los golpistas de la región de inventarse modalidades nuevas de golpes para desestabilizar” en alusión directa a una campaña de los grandes medios de comunicación para instalar la necesidad de que las Fuerzas Armadas intervengan en la lucha contra la delincuencia y el narcotráfico. Pocos días después el gobierno de Porfirio Lobo le pedía a Estados Unidos un “Plan Colombia” para Honduras.
Más al sur, en Uruguay, el intendente de Canelones acusó directamente al diario El País de desestabilización. Recordó que en 2009 en un editorial titulado “A José Mugica” escribieron sin tapujos: “Sí es cierto que El País está en una campaña para que Ud. no alcance la Presidencia de la República”. Quién puede imaginar que si estaban en campaña antes de que Mugica llegara al poder, una vez electo, el periódico más tradicional y representativo de las clases dominantes se dedicará sólo a las noticias sociales y mundanas. Es claro que tratará de socavar su presidencia.
¿Alguien puede pensar que no sucede lo mismo en el resto de América Latina?