viernes, 1 de octubre de 2010

BUEN RELATO DE LO SUCEDIDO EN ECUADOR

01/10/2010
Ganó el pueblo y la democracia en el Ecuador
Decio Machado desde Quito

El pasado 30 de septiembre, en varios puntos del país se amotinaron diversos
acuartelamientos de la Policía Nacional. El momento tuvo dos localidades
críticas, Quito y Guayaquil, las dos ciudades más importantes del país.

Notificado el Presidente Correa de la situación, se personó en el cuartel del
Regimiento Num. 1 de Quito con el fin de informar debidamente a los sublevados
de cuál es el contenido de la Ley y eliminar cualquier tipo de suspicacias
entorno a su articulado.

Tras ser fuertemente vapuleado dentro del acuartelamiento, el Presidente Correa
no pudo abandonar el recinto, y fue recluido en el Hospital Metropolitano,
situado en el edificio contiguo al cuartel sublevado.

No más de medio centenar de civiles se aproximaron en un primer momento, a las
puertas del acuartelamiento gritando consignas anti correístas y solicitando a
los policías sublevados que no dejaran salir al Presidente. Entre ellos aparecía
una cara conocida, el abogado Pablo Guerrero, vinculado al ex presidente Lucio
Gutiérrez, quien presidió el Ecuador entre primeros del 2003 y abril de 2005,
cuando se vio forzado a abandonar el Palacio de Carondelet –palacio
presidencial- ante las fuertes movilizaciones de la ciudadanía quiteña y
sectores indígenas provenientes de diferentes partes de la Sierra Central
andina. Lucio Gutiérrez encabeza hoy el Partido Sociedad Patriótica, principal
oposición conservadora al régimen de Rafael Correa.

En esos momentos, la Policía Nacional desalojaba a los asambleístas de Alianza
PAIS de la Asamblea Nacional (el poder legislativo ecuatoriano), tomando el
edificio y solo permitiendo la presencia de la oposición conservadora en su
interior.

De igual manera, la Policía Nacional tomaba los aeropuertos de Quito y
Guayaquil, los únicos en el país de donde parten y llegan vuelos desde el
exterior, impidiendo el tránsito de aviones hasta bien avanzada la tarde.

Automáticamente corrieron las convocatorias vía sms por todos los teléfonos
celulares del Ecuador, convocando una manifestación de apoyo al presidente
constitucionalmente elegido frente al Palacio de Carondelet.

Miles de personas, militante y no militantes de Alianza PAIS se congregaban
frente al palacio presidencial. En su terraza principal, múltiples ministros del
gobierno correístas arengaban a los manifestantes con consignas de apoyo al
régimen y en defensa de la democracia y el Estado de derecho. El canciller
Ricardo Patiño, máximo dirigente del partido de gobierno llamaba a rescatar al
Presidente en el Hospital Metropolitano. Por diversas calles de Quito los
manifestantes pro gubernamentales avanzaban hacia el acuartelamiento amotinado
coreando consignas a favor del Presidente Correa.

Desde que la noticia del secuestro del Presidente comenzó a expandirse por la
ciudad, cientos de personas ya se habían movilizado atrincherándose en la zona
del hospital y haciendo frente a las bombas de humo y gases lacrimógenos
lanzados por los policías amotinados con las pocas piedras que encontraban por
el camino.

En Guayaquil especialmente, pero también en algunas ciudades más, pequeños
grupos de manifestantes de la derecha celebraban en las calles a favor del golpe
de Estado. Jóvenes universitarios, muchos de ellos aleccionados por los
estudiantes antichavistas de Venezuela (han estado en Guayaquil en varias
ocasiones invitados a charlas y conferencias); y por otro lado, militantes de la
Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador (FEUE), de perfil maoísta,
intentaron tomas de edificios públicos (en Cuenca y Guayaquil), al igual que
levantaron algunas fogatas en calles cercanas a algunos centros universitarios.
Sorprendió ver como la izquierda maoísta apoyaba la intento golpista.

Quito se convertía en el bastión del levantamiento, y aunque sin apoyo popular,
los policías sublevados elevaban su nivel de represión sobre los ciudadanos, en
cada vez en mayor número se aproximaban al Hospital Metropolitano.

Con palos, piedras y gran coraje, los manifestantes hicieron frente durante todo
el día a las cargas y disparos de la Policía Nacional, que defendían su cerco al
hospital donde Correa se hallaba secuestrado.

Al grito de “Oh Ah Correa no se va”, “Quito no se ahueva” y “No nos vamos de
aquí sin nuestro Presidente”, jóvenes, mayores e incluso gentes en silla de
ruedas, cargados de una enorme valentía hacían frente a las embestidas
policiales de una brutalidad propia de los años 70 en la región.

Sin embargo poco a poco la multitud avanzaba, haciendo cada vez más corto el
espacio que les separaba de su presidente. Algunos fueron heridos y
principalmente gaseados, teniendo que ser atendidos por asfixia por los
sanitarios que llegaban a la zona.
Con anterioridad, el mismo Presidente Correa también había sido gaseado cuando
se encontraba dentro del cuartel, y su escolta personal sufrió las agresiones de
los policías amotinados.

La cúpula militar manifestaba su apoyo al régimen, lo cual significó el fin de
cualquier posibilidad de éxito de la sublevación policial, aun así, los policías
sublevados continuaban sus acciones de forma cada vez más violentamente, y el
ejército no aparecía.

Frente al palacio presidencial, donde todo estaba tranquilo, se aglutinaban
miles de personas para defender la casa de gobierno de una posible toma por
parte de las fuerzas de seguridad.

El canciller Patiño fue golpeado cuando se aproximó al hospital con el objetivo
de hablar con el Presidente de la República. También otros ministros se
personaron en el lugar, pero la línea de frente estaba conformada
fundamentalmente por jóvenes que ejercían la resistencia frente a la brutalidad
policial.

Mientras llegaban muy deficientemente las noticias de que en el resto del país
la situación se normalizaba, los aeropuertos de Quito y Guayaquil eran
recuperados y se ponían nuevamente en funcionamiento, un grupo de policías
vestidos de civil, junto con un grupo de civiles, cuyas dirigentes reconocidas,
tienen vinculación con el Opus Dei, ocupaban violentamente la televisión
pública, Ecuador TV. Una vez más, aparecía el rosto del abogado Pablo Guerrero
liderando a los sediciosos e intentando hablar por este medio.

Caída la noche, se articuló la operación militar para sacar al Presidente Correa
del hospital y trasladarlo al Palacio de Carondelet. Unidades militares llegaban
a los entornos del hospital en múltiples camiones y buses, siendo aplaudidos por
los manifestantes que muchos de ellos llevaban todo el día reclamando la
liberación de su presidente.

La respuesta policial fue sorprendente, disparando gases lacrimógenos y balas
reales los militares recién llegados. Entorno a 45 minutos duró el tiroteo hasta
que los Grupos de Operaciones Especiales (GOE) consiguieron acceder al hospital
y liberar al Presidente Correa.

Trasladado con urgencia a Carondelet, la balacera continuó durante al menos una
hora más, de la que sin estar los datos claros, parece ser que hay dos víctimas
de momento y cerca de una treintena de heridos. No se tienen datos de
detenciones, lo que presupone que los policías nacionales debieron escaparse del
acuartelamiento.

Era el fin definitivo del levantamiento. El Presidente prometió ante la multitud
concretada en Carondelet, que se hará justicia y que no habrá perdón,
responsabilizando a los hermanos Gutiérrez del Partido Sociedad Patriótica de la
intoxicación informativa que sufrieron los policías amotinados.

Sin embargo, y a pesar del buen desenlace de la crisis que duró hasta largas
horas de la noche, el régimen demostró tener una muy deficiente inteligencia en
materia de seguridad, pues nunca pensó en la posibilidad de un alzamiento y no
tenían reacción ante una situación de estas características.

Por otro lado, y a pesar de que el nivel de movilización era importante, se
constata la necesidad de una organización de base del proceso, lo cual hubiese
permitido: coordinación de las acciones y más gente en la calle resistiendo.

Por último, las diferencias que el régimen ha ido generando con los movimientos
sociales, hizo que tampoco fuese visible la presencia de organizaciones sociales
estructuradas en la resistencia, si no gentes que a título individual se
movilizaban en defensa de la democracia.

Triunfó la democracia, y sus artífices fueron los miles de ciudadanos que se
enfrentaron durante todo el día a los policías golpistas; dejándoles claro que
el pueblo estaba dispuesto a defender a su Presidente Constitucional hasta las
últimas consecuencias.

Si la intención de la derecha fue el derrocamiento régimen correísta, en este
momento todo parece indicar que el Presidente Correa disolverá la Asamblea
Nacional, convocando elecciones generales. Tras los sucesos del día de ayer, el
Presidente Correa y Alianza PAIS saldrán fuertemente reforzados en este
escrutinio popular, lo que significará el hundimiento el generalizado de todas
las demás opciones políticas en disputa, y en especial de las organizaciones de
la derecha ecuatoriana y dentro de esta la del ex coronel Lucio Gutiérrez. A la
derecha golpista le salió el “tiro por la culata”.