lunes, 2 de agosto de 2010

La batalla por la OEA

El desarrollo de algunas nuevas instituciones latinoamericanas impulsadas por los gobiernos progresistas de la región descoloco durante un tiempo a los gobiernos de derecha o centro derecha. Sin saber muy bien que hacer frente a la vitalidad de algunos de estos nuevos organismos (como UNASUR) decidieron participar de ellos aunque no fueran de su agrado. Así, cuando Álvaro Uribe fue presionado para asistir a la reunión especial de Bariloche para discutir el tema de la ampliación de las bases militares en su país, no pudo eludir la cita. Sin embargo, esto no significa que los gobiernos de derecha hayan perdido la capacidad de tomar iniciativas políticas. Frente a organismos en los cuales la correlación de fuerzas no les es favorable parecen haber adoptado la estrategia de darle nuevos aires a la Organización de Estados Americanos, la OEA. Hay un elemento que para estos gobiernos es fundamental, en la OEA participa Estados Unidos, con todo lo que esto significa. Por esta razón no fueron casuales algunas movidas impulsadas por los gobiernos de Chile, Colombia y Honduras, tres países gobernados hoy por presidentes claramente de derecha.
Álvaro Uribe, todavía presidente de Colombia hasta que asuma Juan Manuel Santos, exige que la OEA denuncie los vínculos de Hugo Chávez con las FARC y el supuesto amparo que le brinda a los guerrilleros colombianos.
Porfirio Lobo, consciente de que Unasur todavía no reconoce su gobierno, esta intentando por todas las vías que la OEA lo reconozca como legitimo presidente. Y varios senadores chilenos quieren que la OEA presione a Chávez para que puedan ser observadores de las próximas elecciones legislativas en Venezuela, aunque cada Estado es soberano y puede decidir a quienes invita como “observadores”.
Revitalizar la OEA implica quitarle relevancia a Unasur y ponerle escollos al nacimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribenños (CELAC) que sin Estados Unidos y Canadá reunirá a todos los países del continente. Algunos gobiernos progresistas quieren que la CELAC reemplace a la OEA, mientras otros harán todo lo posible para evitarlo. La pelea recién comienza.