La idea de la Unión Europea (UE) surgió después de la Segunda Guerra Mundial y apenas seis países la conformaron en su comienzo, cuando pocos soñaban que podrían llegar a ser veintisiete como en la actualidad. El Reino de Bélgica fue uno de ellos y su capital, Bruselas, es considerada también la capital de Europa porque allí tienen sede varias instituciones de la UE. Nadie podía imaginar entonces que mientras más países tocan la puerta de la UE para sumarse a ella sobre Bélgica pesaría el fantasma de la desintegración producto de la viejas enemistades étnico- lingüísticas que salieron a flote en las recientes elecciones del 13 de junio.
Bélgica está dividida en tres regiones. En el norte está Flandes donde vive el 60 por ciento de la población y se habla el flamenco, (también conocido como holandés o neerlandés). En Valonia, al sur, se habla francés. En la región de Bruselas (más amplia que la propia ciudad y enclavada en Flandes) siempre hay tensiones entre las dos comunidades por los privilegios que tienen los que hablan francés. Claro que no es solamente un problema “técnico” de cómo y dónde hablar cada una de las lenguas. Flandes es la zona más rica de Bélgica y sus habitantes están convencidos de que su riqueza es el fruto de su trabajo, y que si el sur es más atrasado, pobre y despoblado se debe a la supuesta holgazanería de los francófonos que viven allí. Estas divisiones también permiten entender porque ya casi no existen partidos políticos “belgas” y que la representación en el Parlamento sea político-comunitaria. La gran sorpresa del 13 de junio la dio la Nueva Alianza Flamenca (NAF) al conseguir 27 bancas (sobre 150) y convertirse en el partido más votado y primera minoría con derecho a formar gobierno. La plataforma política del NAF es muy clara y manifiesta su voluntad de construir una “república flamenca” porque “Flandes cumple con todas las condiciones internacionales para ser reconocido como Estado”. Lo dicen sin ambigüedades, su objetivo es la desintegración de Bélgica.
Toda Europa está pendiente de Bélgica ya que tiene que asumir la presidencia de la Unión Europea el 1 de julio. Mientras tanto, en Francia ya se hacen encuestas públicas para saber si los franceses estarían dispuestos a incorporar los belgas francófonos a su país y muchos catalanes y vascos se preguntan: ¿si ellos pueden aspirar a un Estado propio, porqué nosotros no? Un lío para Europa.