La reunión convocada por el presidente de los Estados Unidos en Washington para debatir el tema nuclear fue bastante extraña. Un debate sobre el armamento nuclear que puede destruir todo el planeta se realizó sólo entre cuarenta y siete países elegidos a dedo por la Casa Blanca. Claro que esto no fue casual. La convocatoria por fuera de Naciones Unidas le permitió al presidente Barack Obama eludir un debate público con países que seguramente hubieran cuestionado su política nuclear y su carrera armamentista. No es casual que de América Latina los únicos convocados fueran Argentina, Brasil, Chile y México. Si bien es cierto que estos países han criticado y critican a Estados Unidos en muchos temas, no tienen el tono molesto y confrontativo que suelen tener Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega, Raúl Castro o Rafael Correa, para mencionar a algunos de los presidentes latinoamericanos que no fueron invitados. Tampoco estuvieron Irán y Corea del Norte, los países que más están en la mira de Washington por su política nuclear. Y al dejar afuera a la República Arabe Siria el presidente Obama se garantizaba que nadie cuestionaría con dureza al Estado de Israel, el único que ya tiene armamento nuclear en el Medio Oriente.
Por eso no extrañó que no hubiera voces disonantes cuando Obama señaló que la gran amenaza para la humanidad proviene de la “posibilidad” de que “redes terroristas” accedan a tecnología nuclear o de que “algunos” países -en clara referencia a Irán- la pudieran desarrollar. Fue interesante ver cómo la Cumbre dio por sentado que es un hecho “natural” y legítimo que las principales potencias puedan acaparar el armamento nuclear del planeta. Por eso no extrañó la sinceridad de Nicolás Sarkozy al afirmar que no renunciará a las armas nucleares de manera unilateral porque eso pondría en peligro la seguridad de Francia.
Estados Unidos es el único país que hasta ahora arrojó bombas atómicas sobre población civil. Seguramente muchos japoneses se habrán preguntado qué autoridad moral tiene para organizar este tipo de cumbres cuando todavía no pidió perdón por las bombas que destruyeron Hiroshima y Nagasaki.