Tiempos de construcción
Publicado en www.acciondigital.com.ar y www.pulsobolivia.com
Hasta hace poco tiempo Alvaro García Linera -un exquisito intelectual devenido vicepresidente- decía que en Bolivia existía un “empate catastrófico” con dos proyectos antagónicos en pugna sin que ninguno lograra imponerse. Por un lado estaba el bloque dominante neoliberal y por el otro un proyecto popular e indígena. Después del fracaso de la oposición para destituir a Evo Morales por la vía de una consulta popular en agosto 2008 (donde fue ratificado con el 67 por ciento de los votos) y su reelección en diciembre de 2009 con un aplastante 53 por ciento, se destrabó el empate y surgió claramente un vencedor, Evo Morales. Los partidos de la derecha están fragmentados, desmovilizados y atomizados en un parlamento donde el gobierno tiene la mayoría absoluta. La oposición de derecha regional, que se presentaba como “la otra mitad” de Bolivia con su famosa “Media Luna” y amenazaba con la secesión, en las últimas elecciones del 4 de abril quedó reducida sólo a los departamentos de Santa Cruz y Tarija, dos regiones importantes, pero sólo dos de nueve.
Hoy el MAS se ha consolidado como la única fuerza política de todo el país con capacidad de movilizar tanto en las ciudades como en las regiones del campo más remotas. Sin embargo, en muchas ciudades donde había tenido un aplastante triunfo en diciembre, sus candidatos fueron derrotados y triunfó nada más que en tres de las diez ciudades más importantes. Por otra parte perdió en La Paz, la ciudad más poblada y la capital política del país, después de una complicada e inexplicable disputa con el Movimiento Sin Miedo, un aliado de izquierda a quien despreció en estos últimos tiempos.
Estas elecciones reflejan también la creciente preocupación de los ciudadanos por los problemas locales y que no alcanza un proyecto de cambio nacional, por más radical que sea, si los que deben ejecutarlo en el nivel más primario no cuentan con el apoyo popular allí donde viven. Es verdad que las leyes generales se aprueban en el Congreso, pero la participación popular en el día a día es lo que puede garantizar la continuidad de un proceso que ya no se basa en la crítica sino en la construcción. Por cinco años no habrá elecciones en Bolivia. Ahora es el tiempo de construir, y eso es todavía mucho más difícil que ganar elecciones.