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El carnaval siempre es una buena oportunidad para probarse una máscara o pintarse la cara. Ambos hechos ocultan y juegan con los ojos que están allí, atentos a lo que pueda pensar quien está observando al que se sube a un escenario para actuar. Pintarse la cara puede tener alguna connotación guerrera, pero las máscaras suelen ocultar la verdadera cara del protagonista. El mundo mira con extrañeza y algo de curiosidad a Pepe Mujica que el 1 de marzo asumirá como el nuevo presidente del Uruguay. ¿Guerrillero o estadista? Esta es la pregunta que intentan descifrar muchos buscando descubrir qué se esconde en este hombre de hablar campechano y cansino que llegó al parlamento en una vieja moto para asumir como diputado en los años noventa, fue ministro, ahora será presidente y todavía hace un culto de su chacra precaria en las afueras de Montevideo.
El Uruguay es un país con muchas máscaras, muy abierto en algunos rubros, tan conservador en otros. Tal vez el gran ejemplo sea el Shopping Punta Carretas. Si uno lo recorre hoy cuesta imaginar que allí había una cárcel y que en 1971 los Tupamaros realizaron una de las fugas más extraordinarias de la historia carcelaria. De la misma manera, cuando uno escucha hablar de economía a Pepe Mujica, cuesta imaginar que este hombre -elogiado por empresarios liberales y de extrema derecha por su discurso que incorpora conceptos del neoliberalismo- haya sido un dirigente guerrillero influenciado por la revolución cubana. Sin embargo, más allá de la mitología hay que recordar que el Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros tuvo una corta vida como grupo guerrillero. En 1973 la mayoría de sus principales dirigentes fueron encarcelados por más de una década, después de su liberación renunciaron a la lucha armada y en los cargos parlamentarios y ministeriales que ocuparon en estos últimos años no se caracterizaron por presentar propuestas tan radicales. Es más, reflotar los antecedentes “tupamaros” durante la campaña electoral ni siquiera le trajo muchos beneficios a la derecha.
Hay muchas esperanzas depositadas en “el Pepe” porque él es diferente; de eso no cabe la menor duda. Resta saber si se pintará la cara o se pondrá una máscara.