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Siempre se dice que hay un antes y un después. La pregunta respecto de Haití es si el “después” será mejor o peor que el “antes”. Claro que todo depende de quién ayude a construir ese “después”. La gran pregunta es si los responsables del “antes” podrán ayudar a construir un “después” diferente. La respuesta es tajante. No.
Mucho se ha escrito en estas semanas sobre la miseria histórica de la pequeña nación caribeña, del colonialismo francés y la ocupación norteamericana, o de la dictadura de los Duvalier. También de la deuda eterna que los tiene atados de pies y manos a las condiciones que les imponen los siempre “generosos” organismos internacionales. Durante años organizaron conferencias, prestaron millones de dólares y prometieron inversiones en infraestructura sanitaria y educativa. Hasta nombraron a Bill Clinton al frente de una misión de Naciones Unidas para “reconstruir” Haití en 2009, y que ahora está organizando una gran colecta bajo el paraguas del “Fondo Bush Clinton para Haití”.
Pero la gran mentira quedó al desnudo en menos de un minuto el 12 de enero de 2010.
Cuando se piensa en la pobreza en Haití es inmoral ocultar el rol que tuvieron el Banco Mundial, el BID o el FMI que durante más de veinte años presionaron para que Haití adoptara las recetas neoliberales que implicaban –entre otras cosas- la apertura del mercado del arroz, el principal alimento de los haitianos. ¿Acaso se escuchó a Bill Clinton o a Barack Obama decir que iban a dejar de inundar el mercado del pequeño país con su arroz subsidiado para poner en pie la agricultura de los más pobres de los pobres? En abril de 2008 el Banco Mundial alertaba que el alza de los precios de los alimentos provocaría más hambre y protestas en muchos países, y mencionaba a Haití como caso testigo. ¿No sabían los economistas del Banco Mundial que miles emigraron hacia Puerto Príncipe por la imposibilidad de competir con el arroz que llega del norte a bajísimo precio hasta convertir la capital en una gran villa miseria? Algunos países como Japón, India o China pudieron resistirse a la apertura indiscriminada de sus mercados de arroz. Haití fue doblegada. Por los mismos que ahora dicen que quieren ayudarla. Si América Latina no interviene con políticas de desarrollo genuino es muy probable que el “después” sea aún peor que el “antes”.