Quiero empezar mi disertación, explicando que este titulo me ha traído de calle, tanto por su falta de concreción como por su complejidad. Si se tratase de la violencia en el País Vasco, o más concretamente, de la violencia de ETA y del Estado (pues hay mas violencia en nuestra tierra, como por ejemplo la de la patronal que tantas victimas genera a lo largo del año) el debate estaría bastante acotado.
Por otra parte, aunque resulte paradójico, añado, que enfocar la violencia desde el punto de su legitimidad o ilegitimidad, constriñe el debate, pues no todo lo que esta legitimado o socialmente aceptado es necesariamente justo, y por lo contrario no todo lo que es considerado ilegitimo es injusto. Amplia es la casuística al respecto.
Unos pocos ejemplos:
a.- Una intervención militar puede estar legitimada y avalada por ejemplo, por la ONU, o por un gobierno nacional que goza de la mayoría parlamentaria y ser totalmente rechazable desde muchos puntos de vista. Por ejemplo la presencia de las tropas de la ONU en Afganistán en el primer caso y la ocupación israelí de Palestina en el segundo. Por desgracia muy pocas Constituciones (la de la II republica española, fue una salvedad encomiable por ejemplo) imponen el veto a la guerra salvo en caso de agresión.
Lo mismo digo, sobre determinadas respuestas reactivas a la opresión, éticamente legitimas que sin embargo puede ser contraproducentes, e incluso indeseables por sus efectos. No todos los países, ni grupos afectados respondieron por igual a la ocupación nazi. Recordemos los debates de la resistencia checa, o el gheto de Varsovia
Otro ejemplo, este personal. El 72, en pleno franquismo, seguía considerando legitima la violencia de respuesta contra el franquismo, sin embargo abandone ETA y participe en la construcción de otra opción política por considerar que la lucha armada no era el camino adecuado para acabar la dictadura y consolidar un movimiento popular de izquierda y autodeterminacionista. El 80, ya en democracia, no aceptaba que el Estado cuyos cuerpos represivos no habían sido depurados, y que además mantenía un asfixiante ocupación policial de pueblos y ciudades de Euskal Herria (con manifestantes muertos mediante fuego real) se arrogase para sí monopolio en exclusiva de la violencia (en realidad, a ningún Estado debería concederse tal privilegio), y de alguna forma creía que ETA tenia derecho a su existencia, si bien la consideraba como contraproducente para el desarrollo de la lucha popular y desde luego rechazaba los asesinatos de cometía.
Eran tiempos en que algunos creíamos que la lucha amada era legítima todavía aunque ya no era ni útil no positiva.
b.- En realidad, todas las violencias que han desembocado en la conquista del poder, o en estado, o en instauración de un sistema socio-económico, se han legitimado y además se han arrogado su uso posterior en exclusiva.
La resistencia argelina, que fue todo menos pacifica, se legitimo internacionalmente (incluso, ante sus anteriores enemigos) tras la independencia. El Estado de Israel fue reconocido por la ONU, a pesar de sus horrores del momento de su constitución y de actuales. Por no olvidar el ejemplo de Irlanda. Los combatientes del IRA tras la independencia se convirtieron en héroes en el SUR (por lo menos hasta que estallo la guerra civil entre anteriores camaradas) pero siguieron siendo considerados terroristas en el Norte.
Solo cuando son derrotados, son juzgados los responsables de masacres y genocidios. Los Nazis en Nuremberg (antes de ser derrotado, Hitler solía afirmar ¿20 años después quien se acuerda del genocidio armenio?) a Milosevich en La Haya. A Franco no lo juzgo nadie. Y por como se hizo la transición, no hubo condena para Pinochet en Chile.
Y sin embargo, vencedores o derrotados. Todos esos procesos (donde está presente la violencia) deben ser juzgados a la luz de la defensa de los derechos humanos.
c.- Instituciones totalmente legitimadas (y que sin embargo deberían de ser abolidas) como los ejércitos nacionales e internacionales se justificas según el principio de que para “asegurar la paz hay que prepararse para la guerra”dedicando a ello, buena parte de los presupuestos nacionales, embarcándose en carreras armamentistas incluida la nuclear.
El general de artillería Piris (de los pocos militares críticos con su profesión) reconoce que la misión del militar es prepararse física y técnicamente para matar el máximo de enemigos posible.
Esto es, la organización de la guerra esta legitimada en base a los miedos nacionales (en realidad en los intereses de los poderosos). La insumisión esta castigado en todos países. ¿Y sin embargo que es lo justo?
Hay violencia(s) y violencia (s)
Coincido con Francisco Fernández Buey cuando afirma que “el lenguaje cotidiano no siempre distingue entre un concepto amplio de violencia (que incluye la violencia estructural la violencia psicológica o moral, el denominado acoso moral, la violencia “simbólica” o la violación de una norma generalmente aceptada) y un concepto restringido de violencia que la identifica con el uso de la fuerza física sobre las personas o las cosas” .
a.- Manuel Castells, en un reciente articulo sobre el conflicto del Cáucaso nos recuerda que “los estados nación, todos, son una construcción histórica producto de luchas de poder, donde los triunfadores crean las instituciones y el discurso y los perdedores compaginan la resignación del subordinado con un discurso de resistencia”. Pero solo sobre los perdedores cae la acusación de violentos caso de que decidan reiniciar la lucha. Los primeros al estar legitimados por la legalidad sea estatal o internacional no son juzgados por el mismo rasero (salvo que a la hora de responder se “pasen”, como los rusos en Chechenia) cuando se enfrentan a violencias reactivas.
Redundando en el ejemplo. En la interesante sección “Carta con respuesta” del diario El Publico, un lector escribía lo siguiente “La perdurabilidad de ETA es la prueba…de que hay mucha gente que cree en la posibilidad de fundamentar la legitimidad de una nación a fuerza de bombazos…”.
Rafael Reig responsable de responderle lo hacia en los siguientes términos: “La mayoría diría yo (…)De Gaulle afirmó: Francia se hizo a golpe de espada. Aznar piensa que España se hizo con la ayuda de Santiago Matamoros, y la Esperanza Aguirre sitúa el nacimiento de la nación española en la guerrilla armada del siglo XIX.
¿Que decir, de la(s) Independencia americana(s) o el nacimiento de la democracia en Francia a golpe de guillotina, o las distintas revoluciones políticas y sociales, frustradas u triunfantes…?
.- El Estado al asignarse el monopolio de la violencia convierte a la contraria en criminal e ilegitima. Coincido con Javier Ortiz cuando afirma:” El estado es la estructura organizada más acabada de la imposición. Él decide que instrumentos de violencia no sólo aceptables, sino incluso estupendos: las Fuerzas Armadas, las policías, los tribunales, las cárceles”.
Ya Freud advirtió en respuesta a Einstein...que cuando se trata de violencia social (y no de violencia individual) “se comete un error de cálculo si no se tiene en cuenta que el derecho fue originalmente violencia bruta y que el derecho sigue sin poder a renunciar al apoyo de la violencia”.
.- Que decir del sistema capitalista quien según la definición de Marx “segrega sangre por todos los poros de su piel.“
Es bastante corriente que accionistas de empresas constructoras, del sector energético o de armamentos que se horrorizan de la violencia de ETA o de los grupos terroristas, pero no de los dividendos que de dichas empresas se consiguen de los conflictos armados. Irak es una gran masacre, pero también una fuente de beneficios.
.- Que decir de quienes, llegan a apoyar invasiones como la de Irak e intervenciones camufladas de humanitarias, como la de los Balcanes y Afganistán, todo por mantener el estatus quo o asegurarse el petróleo necesario.
b.- No todas las violencias se miden por el mismo rasero.
Eduardo Galeano nos explica en su último libro, que bien estuvo que cayese el Muro de Berlín, pero que resulta muy sospechoso que mientras tal caída suscito unanimidades, otros muros como el de Cisjordania, el de la frontera entre México y los USA, así como el de Melilla no lo suscitan.
Lo mismo ocurre con las violencias. El punto de vista esta muy mediatizado por el cristal con que se mira. Y sobre todo por los intereses.
Con excepciones, todos estamos contra Al Qaeda, pero con la violencia del Imperio por excelencia, los USA, no ocurre lo mismo. ¿Es igual la violencia del Estado mexicano contra las comunidades indígenas y la del EZLN que las defiende? ¿Y la del EZLN Zapatista y la del las FARC Colombianas, por hablar de violencias de izquierda?
A otro nivel, recuerdo al Lehendakari Ardanza explayándose en ETB 2 sobre su talante pacifico, vocación de dialogo y rechazo de la violencia como método de resolución de conflictos, mientras la Ertzantza a su mando apaleaba a los funcionarios de la enseñanza que se manifestaban delante del parlamento vasco.
¿Las hay necesarias?
Inquietante pregunta, y sin embargo necesaria de hacerse“.Ser honesto es mas importante que ser pacifico”, decía el propio Gandhi. El y otros no violentos se interrogaron sobre si “se puede ser honesto defendiendo la no violencia estricta en condiciones como el nazismo”.
Muchas y diferentes fueron las respuestas, entre ellas la de Einstein que defendió el uso nuclear, aunque más tarde se arrepintió de tal opinión.
Los de derechas, (con las excepciones habituales, que las hay), y los estalinistas, así como los fundamentalistas de todo tipo, lo tienen claro. Están a favor de ejercer la violencia que consideren necesario para sus fines.
Solo determinados sectores de izquierda, mostramos, bien rechazo absoluto, o fuertes reparos éticos para su uso.
Francisco Fernández Buey aborda el problema de la siguiente forma: “no hace falta aceptar la idea de que la violencia es la comadrona de la historia, ni insistir particularmente en la observación de que, por lo general, los derechos no se otorgan sino que se conquistan (frente a la violencia de quienes no quieren ceder sus privilegios a los cuales dan forma de ley), ni siquiera aceptar la idea, tan extendida, de que entre derechos iguales decide la violencia, para ponerse de acuerdo, en que existen circunstancias en las cuales la resistencia al mal social y la justicia obligan al desobediente y al resistente (¡y yo los soy, respecto a múltiples injusticias que emanan del mundo capitalista!) a ejercer ciertas formas de violencia defensiva.
Poniendo ejemplos, sin duda nos saldrían luchas sociales donde los implicados se ven impelidos a emplear la fuerza para defenderse. Por mi parte añadiría los siguientes requisitos:
.- Que desde el punto de vista emancipatorio, o bien de justa defensa de unas reivindicaciones, con su uso no se contradiga e imposibilite el fin buscado. La historia nos demuestra que, incluso las revoluciones triunfantes por la vía militar han generado desde el poder graves defectos de verticalismo y falta de libertad. Naturalmente no se trata de una ley inevitable, pero sí de un fenómeno repetido, que invita a la reflexión. Por ello nos interesa sobre todo, aquella vía que sintoniza con los valores y objetivos por los que luchamos, y facilita el camino para lograrlo.
Es obvio que cuanta menos violencia sea necesaria para lograr los objetivos de libertad, equidad y justicia, mejor. No son pocos los problemas que plantean las vías violentas en la transformación de la sociedad. Si se trata de la lucha armada, su inclinación a militarizar la política, los movimientos sociales y la propia sociedad, se convierte en una amenaza contra sus propios fines de emancipación.
.- El terrorismo y la violencia indiscriminada que busca sembrar el terror en vez de ganar conciencias son incompatible con dichos objetivos. Tampoco determinadas luchas menores donde se utilizan medios expeditivos no deseables.
.- Pero incluso, por muy legítima y ajustada que sea con los preceptos anteriores, no sea contraproducente (por ejemplo que genere una represión insostenible) ni produzca el efecto contrario al deseado.
.- Que se elabore paralelamente una estrategia alternativa, que desde el principio limite y reduzca al mínimo su uso. Estoy refiriéndome a la desobediencia civil pacifica.
Esta estrategia esta por desarrollarse en nuestra tierra, y desde luego, algunos la defendemos como la forma mas adecuada en el contexto actual de saturación de violencias y necesidad de cambio político y social.
Tenemos el ejemplo de lo que fue la insumisión al ejército, extensible a otros campos de la acción social y política. Su objetivo, la desaparición de los ejércitos, la desmilitarizaron de la sociedad, la política, la supresión de los gastos militares, eliminación de las fabricas en infraestructuras de guerra, forman parte de nuestro ideario, y con sus formas de lucha, legales e ilegales, con un alto grado de sacrificio personal y nulo perjuicio a terceras personas, se ha ganado la admiración y adhesión de grandes mayorías sociales.
Sobre el terrorismo de ETA.
Estoy porque ETA desaparezca. Por hartazgo y por que su existencia es contradictoria con lo expuesto anteriormente.
Aun así precisaré más mi argumentación.
Si toda estrategia armada, incluso la mejor planteada, genera problemas de difícil solución, la deriva militarista de ETA (que a partir de la década de los 80 dio un giro cualitativo en sus forma de entender la lucha armada), a contracorriente de la evolución internacional, estatal y nacional vasca, los agrava todavía más.
Y es que, cuando la dinámica armada, arrastrada por las circunstancias y por no reflexionar suficientemente sobre ello, entra en una dialéctica cada vez más incontrolable que pone la contundencia en el puesto de mando en detrimento de otros elementos éticos y políticos, entra en una fase degenerativa, sé retroalimenta de un modo negativo, desacumula fuerzas sociales y políticas; pierde todo resquicio de fuerza moral y ética. Es lo que le ha ocurrido a ETA que ha ido a peor .
.- Su actual estrategia (no siempre fue así) se basa en buena medida en la utilización del terror como arma política; realiza atentados indiscriminados y busca la socialización del sufrimiento.
.-Además, mediante la aplicación de la pena de muerte (en sociedad donde esta abolida) se arroga una potestad y una naturaleza ética que nadie la ha concedido.
.- Se arroga, además, el papel de defensor del pueblo vasco, una atribución que nadie el ha asignado, y que corresponde a la sociedad vasca y sus representantes democráticamente elegidos el ejercer y o reivindicar tal derecho
.- Su existencia es un obstáculo para la creación de una nueva izquierda alternativa, incluida la abertzale. Ocupa un excesivo espacio, no sólo social y político, también intelectual. Alimenta una cultura-coraza de la cual brotaban muchos e inevitables dogmatismos, y no pocos sectarismos, además de hipotecar sus fines, por los medios utilizados.
.- Además, cuando interviene en conflictos sociales, como el que se da en torno a la construcción del Tren de Alta Velocidad (de cuyo proyecto soy un claro opositor), los distorsiona y consigue el efecto contrario al deseado.
Sin olvidar que da excusas a quienes ven en toda concordancia de objetivos, para acusarnos de pertenecer al entrado de ETA.
Sobre las cruzadas antiterroristas...
Al igual que ETA es coartada para que Garzón aplique la teoría de la “trama“a un amplio espectro ciudadano tan amplio como el incluido en el sumario 18/98 y plus (que incluye a pacifistas declarados). El antiterrorismo es en manos de los Estados coartada para todo tipo de operaciones guerreras, desmanes judiciales y represión de la disidencia y la oposición contra los poderes existentes.
a.- A escala internacional, tras el 11S, hay un autentica ofensiva por constreñir y reducir derechos democráticos, conculcar derechos humanos y justificar guerras de agresión y ocupaciones de países. La invasión de Irak, la prisión de Guantánamo, el Patriot Act. La nueva legislación inglesa en materia antiterrorista.
En definitiva, la división del mundo entre un supuesto eje del mal y el eje del bien, es pura argucia para dar carta blanca a todo tipo de agresiones y encubrir el terrorismo de los poderosos.
Y además, fuente de nuevos focos terroristas. Parafraseando a E. Galeano, es evidente que: si matas a sus familiares, si le quitas el pan de la boca, si le humillas y les expulsas de su tierra... estas creando terroristas”.
b.- En el Estado Español, desde que se aprobó la Constitución (que consagró una democracia demediada, fruto de la imposición de los poderes fácticos del momento), el nivel medio democrático ha ido descendiendo a efectos de la leyes antiterroristas, correspondientes, el llamado plan ZEN, la ley de partidos, las llamadas doctrinas, Parot y Garzón, la ausencia de protocolos que aseguren que tras las detenciones no se efectúen torturas ni malos tratos, etc. (leer los Informes de amnistía Internacional por citar un organismo nada sospechoso).
Sin olvidar lo que supuso la llamada guerra sucia (¿existen guerras limpias?) que pringo a militantes y dirigentes del PSOE (es de suponer que si en aquel momento hubiese existido la actual Ley de Partidos el PSOE tendría que haber sido ilegalizado, ¿o no?) y al propio Estado.
c. Todo ello le ha venido de perlas al largo periplo neoliberal, que como todos saben se caracteriza por su adelgazamiento en lo económico y lo social, y su fortalecimiento en materia de represión y seguridad.
No podemos olvidar que la Thatcher utilizo legislaciones de excepción (por ejemplo confiscar sus activos económicos) para doblegar a los mineros y mas tarde a todos los sindicatos. La ley de partidos aprobada para ilegalizar Batasuna, puede ser utilizada contra partidos y sindicatos caso de que estos propiciasen huelgas y conflictos que sean considerados como contrarios al estado de derecho. Y por supuesto esta siendo utilizada contra el Gobierno Vasco y la propia autonomía del parlamento vasco.
d.- La coherencia entre fines y medio, obliga por igual a quien quiere cambiar un sistema como al que quiere mantenerlo. Salvo que en ambos o en uno de los dos casos, el fin y el medio se unan pero en defensa de objetivos no compatibles con la democracia, la justicia social y los derechos humanos.
No solo el fin debe de ser loable, también los caminos. En realidad, ambos se interrelacionan.
Esto vale, para la izquierda radical, la cual a veces obnubilada por la lucha contra el sistema y el estado, consciente o inconscientemente da pábulo o coartada al terrorismo, como para quienes desde el constitucionalismo, y los movimientos opositores a ETA, han avalado la teoría de que “contra ETA todo vale”, o se han sentido incapaces de sobreponerse a la presión de quienes ante toda critica- por ejemplo por la Ley de Partidos, o salir al paso del esclarecimiento de las denuncias de tortura en comisaría al Estado-, acusan de hacer el juego a ETA.
Creo que en el pasado y dentro del campo izquierdista hemos sido poco autocríticos con la violencia, la hemos valorado sobre todo por sus repercusiones políticas, mas que desde el punto de vista ético.
En el campo demasiado constitucionalista de izquierdas, observo hay una visión beatifica y bastante ingenua, por no decir interesada, de lo que se llama la democracia liberal, incluso del llamado estado de Derecho. Se es poco critico con los Estados nacionales (y de sus nacionalismos) por el hecho de que existan, por el contrario se ve (en el mejor de los casos) con profunda desconfianza todo lo que provenga del nacionalismo reivindicativo de los sin estado.
Se critica la violencia subversiva, pero muy poco la violencia sistémica, limitándose las mas de las veces a evitar excesos o paliar déficit, sin cuestionar su naturaleza intrínseca, sobra la cual me he referido al principio.
5. A Cesar lo que es del cesar...
Pienso que el cese de actividad armada de ETA no debe ser planteado a modo de trueque o contrapartida de unas determinadas conquistas políticas: tales como el derecho de autodeterminación, todo lo relativo a la territorialidad, una amplia gama de derechos civiles y políticos, etc.…
Ni lo contrario. Demonizar dichas reivindicaciones por el mero hecho de que también sean de ETA. Coincido de nuevo con Francisco Fernández Buey (intelectual de izquierdas nada sospechoso de confraternizar con actitudes violentas ni de plegarse al nacionalismo) cuando razona de la siguiente forma: “Es una exageración esencialista, de todo punto inmantenible, equiparar la defensa de la autodeterminación a la lógica destructiva de las bombas y las pistolas... la defensa histórica de un derecho principio jurídico-político justo por la vía de la violencia, sea esta mayoritaria o minoritaria, no invalida la justicia de dicho principio... el derecho de autodeterminación de los pueblos no es un anacronismo en esta Europa, en este mundo, es un derecho democrático básico en una democracia en construcción...”
Desde mi punto de vista, la mejor forma de deslegitimar, (mejor, inutilizarla) la violencia consiste en aceptar la legitimidad de todos proyectos políticos y garantizar su viabilidad de acorde con representatividad alcanzada en la nuestra sociedad.
No comparto opiniones, bastante extendidas en determinados ambientes, tales como que mientras ETA actué no puedan ser aceptadas ninguna reivindicación nacionalista (yo llamaría democrática), ya que es una opinión tramposa que trata de llevar el agua a su molino.
El mentado artículo del diario El Publico anteriormente citado terminaba de la siguiente forma: ¿Hay un deseo mayoritario de independencia en el País Vasco? No lo se ni lo sabré, porque el gobierno impide cualquier consulta popular… y bloquear las vías democráticas ¿no favorece a los violentos?
En folleto editado por la secretaria social del distrito eclesiástico de Donostia, se preguntan. “¿Por qué ha de equipararse la voluntad de cambiar una ley, aunque sea constitucional, con la violencia terrorista de ETA? ¿No es esta una manera de dar un “balón de oxigeno al terrorismo al cerrar el paso a los cauces legítimos de cambio, propio de un Estado de derecho y fundamento de en las leyes de la democracia?
Pienso que a veces los extremos se juntan. Son dos caras de la misma moneda. Jaleando a ETA se la legitima, pero combatiéndola mediante injustitas palmarias, también. Ya que en ambos casos, les permite presentarse como la única opción viable.
¿Cómo dar el carpetazo final?
Seria deseable que el cese de la violencia fuese fruto de la decisión de quienes la ejercen.
En el caso de ETA, sea, porque se han convencido de la inutilidad de su empeño para resolver problemas de naturaleza política, que seria lo mas acertado (aunque es poco probable que ETA acepte); o bien, por el logro de algunas contrapartidas relativas la liberación de los presos y regreso de exilados en unos plazos razonables, etc.
En el caso del Estado, porque además de propiciar una auténtica reconciliación entre las partes afectadas y promover la reinserción social y política de todos los implicados en la lucha armada, se llegue a la conclusión de que democracia es igual a garantías para poder defender sus ideas en la legalidad, y poder llevarlas a cabo.
Puede ser que algunos sectores consideren que esas contrapartidas son además de inaceptables, políticas (los mas vociferantes son los que en el pasado exigieron “borrón y cuenta nueva” y hoy gritan ni “olvido ni perdón). Pero ese es otro debate. En recientes declaraciones, Ramón Jáuregui distinguió entre negociación política y acuerdo para el fin de la violencia. En este aspecto coincido con él.
Con esa intención, he participado en el Pacto de Lizarra hace 10 años que unió a nacionalistas y no nacionalistas en un intento de alcanzar la paz, que logro una tregua de ETA, aunque al final fracasó. En el fracaso, tuvo que ver sin duda el diseño del acuerdo, pero también la respuesta del PSOE y el PP y su campaña de “maletas”.
Participé también en la llamada Mesa de resolución del conflicto, creada al rebufo de las conversaciones entre ETA y el Gobierno del PSOE, que diferencio de entrada el plano político y el de la violencia (con dos mesas diferentes) y abogó por un final de la misma consensuada entre todas las partes.
Me pareció muy interesante el esfuerzo de la plataforma Ahotsak por lo que representó de encuentro entre diferentes y por que fuesen mujeres sus protagonistas.
Igualmente las elaboraciones de la Mesa de Egino (con persona señaladas del PNV, EA, PP y PSOE), que fueron bien interesantes.
Cierto que el resultado de tales experiencias puede valorarse de forma distinta. Yo las considero positivas, Intentos, que no deben de caer en saco roto.
Espero una reacción en la sociedad civil. Esta que no puede dejar en manos de los partidos políticos (muy condicionados por cálculos y estrategias electorales) el salir del atolladero en que nos encontramos.
Una sociedad adormecida, o acomplejada, donde el escepticismo (por lógico que sea) se adueña de los corazones, es lo último a desear. Solo una sociedad critica, activa, deseosa de alcanzar la paz y de acabar con toda injusticia, puede poner a cada actor en su sitio y desbloquear la situación.
Como decía una admirable izquierdista italiana: ante toda injusticia, venga esta de donde venga, solo caber decir: ¡no es aceptable! y actuar en consecuencia.
Joxe Iriarte “Bikila”
Ponencia presentada en las jornadas "Gesto por la Paz",
Vitoria-Gasteiz, septiembre 2008
Joxe Iriarte "Bikila", escritor vasco, miembro del colectivo ZUTIK