miércoles, 12 de noviembre de 2008

Entrevista realizada por Martín Loccoco para Revista Seda

Seda: A manera de preámbulo me gustaría preguntarte por una característica que es notoria en tu programa “Visión 7 Internacional”, y que lo distingue claramente de otros noticieros: se informa sobre ciertos hechos y sus posibles consecuencias más bien como objetos de estudio, cuestiones a considerar, en lugar de hablar de ellos como hechos consumados.
Brieger: El espíritu del programa no es criticar, o ponerse en algún lugar en el Olimpo de los Sabios y decir qué es lo que objetivamente sucede, o qué es lo que el gobierno argentino debería hacer respecto de cada una de las situaciones. Lo que nosotros tratamos de hacer es describir una realidad. Obviamente la objetividad no existe; uno toma los elementos que quiere y deja de lado los que no desea. Yo puedo hablar de la Argentina diciendo que hubo desaparecidos o puedo ignorar el tema dependiendo de cual sea mi objetivo en una determinada nota sobre la actualidad argentina. Puedo rescatar, en el caso de China, por ejemplo, los sucesos de Tiannamen de 1989 o puedo obviarlos. No hay una verdad respecto de la realidad. Cuando nosotros tenemos que armar un informe que, proyectado, dura 5 minutos, y escrito mucho menos -ya que gran parte del tiempo se lo llevan las imágenes-, tenemos que tratar de reflejar lo que nosotros entendemos como elementos centrales de la realidad que queremos mostrar. Por lo tanto los recortes que uno toma son siempre parciales. Pero somos conscientes de ello y a partir de ese reconocimiento nos permitimos disentir. El programa comienza con un informe realizado por gente del noticiero del canal. Tras su proyección empieza lo que, a decir de tus palabras, hace del noticiero algo particular: la conversación entre nosotros respecto de lo proyectado. Debate que suele ser muy fluido ya que no planificamos con anterioridad qué va a decir cada uno. Nosotros sí sabemos, a priori, los temas sobre los que se va a hablar, y con ello nos preparamos, leemos, investigamos. El noticiero es el lugar en donde nos sentamos luego a contarnos los resultados de esa labor. En ese momento exponemos las temáticas según nuestro parecer, con el objetivo de describirlas, no de aportar opiniones calificativas. Por ejemplo, el próximo sábado se proyectará un informe sobre los hechos violentos en diferentes Juegos Olímpicos que no frenaron Olimpíadas. Posiblemente mencionemos o describamos lo que pasó en Munich en 1972, pero no vamos a decir si lo que hicieron los palestinos está bien o está mal. La idea es presentar los hechos, para que, después, cada uno saque sus propias conclusiones al respecto -en este caso, de las relaciones entre los Juegos Olímpicos y la política-. Yo no se lo que van a decir mis compañeros Hinde y Raúl. Conocemos el texto, la redacción bruta de lo que va a salir al aire, hemos visto además las imágenes. Luego cada uno hará su lectura, con su bibliografía y con su investigación, para después cruzar entre nosotros la información o el análisis. De hecho muchas veces hay diferencias entre nosotros. En algunas ocasiones son matices, en otras son diferencias más profundas, de forma y de fondo, y creo que ello hace la cosa interesante.
Seda: Además de ustedes tres, suelen sumar invitados al debate. ¿Cómo los eligen?
Brieger: Buscamos gente que sea conocedora del tema específico, que tenga una buena base, más allá de su perfil ideológico, pues obviamente no necesitamos que éste concuerde con el nuestro. A veces sale bien y otras no. Que se conozca de un tema tampoco es garantía de que estemos ante un buen comunicador. No es lo mismo conocer un tema y escribir sobre éste, que aparecer en pantalla. No es lo mismo escribir un artículo, donde uno tiene tiempo para meditar y corregir, que salir en vivo y en 4 minutos describir la historia de un país –algo extremadamente complicado-. En principio tratamos de traer gente que haya escrito libros y conozca muy bien la temática; si además tiene dotes pedagógicas o expositivas tanto mejor. Muchas veces es gente que sabe más que nosotros. No tenemos ningún problema con ello: nosotros también aprendemos a medida que hacemos el programa y somos una especie de correa de transmisión con la gente que nos mira y que se da cuenta que el programa en tal sentido es diferente.
Seda: ¿Cuál ha sido la reacción del público?
Brieger: Cuando comenzamos el programa hace casi tres años no nos imaginamos la gran repercusión que iba a tener. Por ejemplo, no calculamos la variedad de gente que iba a ser receptiva a un noticiero de éste tipo: desde personas con poca instrucción académica, hasta intelectuales, desde periodistas a políticos. Y esta gama tan variada nos ha ayudado a percibir los problemas y las temáticas de interés. Con falsa modestia puedo decirte que casi todos son elogios. No hay grandes críticas: puede haber una que otra opinión contrariada, es inevitable, pero son pocas. Hay temas más sensibles: el conflicto de Medio Oriente, por ejemplo, resulta susceptible a la comunidad judía argentina, que protesta. Lo hace porque nosotros transmitimos lo que está pasando y no les gusta ver determinadas cosas. Recuerdo cuando Israel invadió el Líbano, dijimos que no iba a poder derrotar en ese momento al Hezbollah (no porque nosotros estuviéramos de acuerdo con éste grupo sino por una cuestión muy sencilla de análisis), y ello nos valió algunas críticas. Pero, de nuevo: nuestra tarea no es jugarnos por una postura o por otra, sino tratar de describir cuál es la realidad. Y es muy difícil poder mantener el equilibrio. Los invitados a veces ayudan. El hecho de que nosotros tengamos posturas diferentes también. Creo que lo que más importa de nuestro programa es que tratamos que la gente piense, que la gente tome los elementos que ofrecemos, se interese por algunos, busque libros, profundice. Por ello, al finalizar solemos mostrar bibliografía seria, de diferentes posturas ideológicas, a partir de la cual se pueda profundizar. Tenemos mucho respeto hacia la gente que nos mira.
Seda: Es ilustrativo el hecho de que propongan libros a los espectadores, porque la sensación es que el programa se queda corto de tiempo, que con sólo una hora de transmisión semanal funciona más bien como un detonante de temas.
Brieger: Es verdad, nuestro programa es un disparador, la respuesta de la gente nos lo ratifica. Existe un público variado que busca este tipo de programas, no es verdad que sólo se quiera programas de entretenimiento con poco contenido. La gente se comunica todo el tiempo con nosotros felicitándonos, pero también consultándonos, aconsejándonos o solicitándonos temas. Siempre uno trata de corregirse, de mejorar, de abarcar todos los temas de importancia, lo cual es difícil, o más bien imposible.
Seda: También, me imagino, que ciertos temas de relevancia avanzan sobre los temas planeados.
Brieger: Sí, nos ha pasado muchísimas veces de haber promocionado un determinado tema que finalmente tuvimos que postergarlo durante semanas o directamente no lo pudimos tratar porque la realidad nos tapó. Por ejemplo la liberación de Bentancour primó sobre otros objetos de estudio. También lo hacen los sorpresivos conflictos bélicos o aniversarios relevantes, como fue el del Mayo Francés. Esto es parte de la televisión.

Seda: Cuando mirás al mundo y lo considerás, el hecho de estar parado en Latinoamérica, lejos de las grandes potencias, de los lugares desde donde se toman las decisiones que afectan al globo, ¿te brinda una mayor objetividad o una subjetividad determinada?
Brieger: Yo viví mucho tiempo afuera del país y mi mirada del mundo no es desde la Argentina. Yo miro al mundo desde el mundo global. Para mi no hay ni cerca ni lejos. Sin embargo, no puedo ocultar que vivo en este país, y que miro gran parte de lo que sucede en América Latina desde este país. Yo apelo mucho a una frase del filósofo judío holandés Baruch Spinoza: "Nuestra tarea no es ni reír ni llorar, sino comprender". El tema no pasa por afectarse en lo sensible, sino de tratar de entender los fenómenos. Cuando Cristina Fernández y Hugo Chávez no pueden ir a Bolivia, yo no ataco la situación desde el lamento, desde la sensación de “Uy, que mal, no fueron para apoyar a Evo Morales”. Por el contrario, me pregunto: “¿Qué significa esto? ¿Qué consecuencias políticas tiene para la Argentina, para Brasil, para Bolivia? ¿Qué sentido tenía el viaje? ¿Para qué viajaban?”. Muchas veces las interpretaciones que uno hace de la realidad chocan con la de los propios actores. Sea porque ellos tenían en mente otra cosa, porque estábamos equivocados nosotros, o porque uno dice cosas que a ellos no les gusta. Yo trato de mirar al mundo desde el mundo. Para mi hay un mundo que no solamente está globalizado sino también unificado. Por supuesto que lo que pasa en Ecuador afecta mucho más a la Argentina que lo que pasa, pongamos, en Jordania -país en el cual estuve hace poco-. Pero en un mundo cada vez más pequeño -no se si hablar de globalización porque ya las hubo en varias oportunidades a lo largo de la historia de la humanidad -, donde viajar es muy accesible, donde las reuniones de los presidentes son cotidianas, donde las posibilidades del comercio son mucho mayores, donde las noticias recorren el globo de manera inmediata, puedo acceder a cierta objetividad que me permite articular estas diferentes relaciones.
Yo tengo que observar que China y Taiwán se disputan el Canal de Panamá, por ejemplo, y ver qué significado tiene para Panamá, para América Latina, para China y para Taiwán. Y eso no lo miro desde la Argentina, lo miro desde arriba, observando los diferentes actores y piezas que se ponen en juego. Cuando China decide tener una jugada política y económica muy fuerte en el África, ver por qué lo hace, qué la mueve; mi mirada argentina tiene poco para decir en ello. O cuando Brasil trata de impulsar mayores relaciones con el África, me es indispensable desentenderme de mi herencia, y atenerme al pasado colonial portugués de ese país, al traslado de esclavos.
Seda: También se podría, siguiendo el ejemplo, tomar el caso-testigo de Brasil, para preguntarse por la relación entre América Latina toda y África.
Brieger: Sí, desde ya, pero es importante no analizar la realidad desde los deseos. La realidad va mucho más allá de lo que a nosotros nos gusta, o de lo que quisiéramos que fuere. De hecho, yo vivo en esta sociedad, y veo diariamente hechos que chocan con lo me gustaría. Uno, continuando el ejemplo, desearía una América Latina más involucrada en África, pero lo cierto es que no es así y no me toca a mí hacer lobby para que ello suceda (los que están en el poder tendrán que tomar decisiones al respecto). Pero sí en cambio puedo mostrar que la relación entre ambas regiones es importante, qué Brasil avanza mucho más, recordar su pasado histórico, exponer por qué quiere entrar al Consejo de Seguridad.
Seda: Según tu opinión, ¿Brasil puede ser líder en Latinoamérica a pesar, por ejemplo, de su diferencia lingüística con el resto de la región?
Brieger: Brasil quiere ser líder, se considera líder. Y acá también tenemos que analizar lo que decíamos antes: no mirar el hecho de qué Brasil es líder o poderoso y quiera entrar al Consejo de Seguridad desde la perspectiva de un argentino que desea que su país tenga una postura similar. El hecho es que Brasil es potencia, es económicamente superior a Argentina, tiene un territorio mayor, y ha tenido una historia política consecuente durante los últimos 40 años. Todo ello le brinda un peso específico más importante en la política y economía mundial. Tanto Fernando Enrique Cardoso como ahora Luis Ignacio Lula, se han manejado como una potencia. Esta es la realidad, si me gusta o no es otra cosa. Brasil quiere un lugar en el Consejo de Seguridad, y lo quiere para sí, tal vez también para Latinoamérica pero primeramente para Brasil. Trabaja estratégicamente para eso: la relación con China, Rusia e India a través del BRIC marca una clara estrategia a largo plazo. La postura frente al mundo árabe que Brasil impulsa en el marco del MERCOSUR, buscando que América Latina tenga una mayor relación con éste, también nos perfila un proyecto de largo plazo de la que la mayoría de los otros países de América Latina carecemos.
Seda: ¿En Argentina tenemos una visión más reactiva?
Brieger: Sí, más de resolver coyunturas del momento, de no desarrollar una mirada estratégica, de permanecer en el juego de acción-reacción. Por el contrario, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasilia es siempre elogiado por esa capacidad de mirar de cara al futuro y sobreponerse a los distintos gobiernos (que incluyeron además cambios ideológicos importantes; no es lo mismo el pensar de Lula que el de Collor de Mello). Da siempre la sensación de que Brasil tiene una mirada a largo plazo que Argentina no tiene. Esto no está bien ni mal. El problema se suscita cuando se tienen ilusiones respecto de lo que somos o podríamos ser, y esto se da tanto a nivel gubernamental como privado. Recuerdo, al respecto, que escribí una nota a principios de los 90s, sobre las oportunidades que la Argentina tenía en Asia, sobre todo en lo referente al SEA y China. En ella hacía un mapeo de los nichos de negocio que Argentina podía desarrollar en esas regiones. Entonces me contacté con empresarios argentinos, gente que viajaba a Asia muy seguido, que ya había establecido negocios. El resultado de tales entrevistas fue revelador: existía una clara distorsión respecto del puesto que Argentina tiene en el mundo y, como consecuencia, de su relación con otros mercados. Una visión muy superficial sobre el peso específico de China. Una ilusión desmedida respecto de lo que esos negocios significarían para los argentinos. Por ejemplo, un pequeño exportador de carne, pensaba que iba a hacer el gran negocio de su vida pues iría a exportar para 100 millones de chinos, siendo que, esta claro, no cualquiera puede exportar a China y cumplir con esas cantidades.
Seda: Ya que te referís a China. Huntington, a mediados de los noventa, afirmaba que ese país iba a cambiar la estructura global. Hoy tiene un peso mundial tan importante como indiscutible. ¿Crees que se perfila como un país hegemónico?
Brieger: Me parece que China tiene algunos problemas, especialmente en el rubro tecnológico, por la falta de innovación. Para convertirse en una potencia mundial es fundamental innovar, como hicieron Japón, Estados Unidos y Alemania. Para ser serios, necesitaríamos consultar a un experto del rubro tecnología, pero me animaría a adivinar que ninguno de los últimos 10 descubrimientos tecnológicos es chino. Esto es una limitación para el crecimiento, para convertirse en potencia hegemónica. El segundo problema que tiene China es el idioma, ya que se trata de uno extremadamente difícil. El inglés, con todas sus limitaciones, es un idioma relativamente fácil. Ha logrado imponerse, no solamente por la herencia colonial sino en gran parte por su facilidad. China carece de ambas, no tiene claras ambiciones imperialistas y su idioma no es sencillo. Mientras China lidie con estas desventajas le va a costar mucho convertirse en una potencia hegemónica mundial; no digo que no pueda suceder, pero sería un largo proceso, difícilmente se logre en el mediano plazo.
Seda: Pedro, me gustaría preguntarte ¿cómo llegaste a convertirte en el analista político actual? ¿Cuál fue tu trayectoria?
Brieger: Yo viví muchos años en Israel, donde estudié Sociología y Ciencias Políticas. Allí se estaba muy pendiente del mundo, se tenía un acercamiento mucho más fuerte a los problemas globales de los que se tienen acá. Para darte un ejemplo, en 1980, ya estábamos discutiendo la invasión soviética a Afganistán (de Diciembre de 1979). Esa postura me dio una formación muy amplia, una manera objetiva de considerar al mundo. Volví a Argentina después de la dictadura, en 1984, y terminé la carrera acá, especializándome en determinadas áreas (pues no se puede caer en la falacia de pretender conocer todo el mundo con igual profundidad). Esa mirada global, también puede rastrearse en mi historia personal: yo vengo de una familia judía que se fue de Alemania antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto siempre tuve referencias europeas. En mi casa se hablaba alemán, pero además tuve facilidad para los idiomas: estudié inglés, francés, hebreo, empecé varias veces árabe, también el chino, que siempre lo tengo que dejar porque la realidad me supera. Cuando voy al extranjero trato inmediatamente de aprender, aunque sea de forma primaria, el idioma local. Lo hice, por ejemplo, cuando visité Turquía, Rusia y otros países. Esta actividad de acercamiento lingüístico me abre las puertas a lo cultural. Además me predispongo bien a hacer lo que se hace en cada lugar, a acompañar las formas tradicionales del sitio en el que me reciben (algunas, incluso, las incorporo, como el gusto por la comida árabe). Además de placentero, este reconocimiento de las diferentes realidades culturales, es necesario para mi labor. Me empapo de la cultura para tratar de recetar las historias, las razones, las concepciones temporales. Yo siempre cuento la anécdota que leí de Santiago Carillo, quien fuera el Secretario General del Partido Comunista de España. Él estaba desesperado porque el socialismo no llegaba a implantarse, cuando se encuentra, a principios de los 70s, con Mao Tsé Tung. Entonces le pregunta al estadista chino, como si éste todo lo supiera, cuánto iba a tardar en llegar el socialismo. Y el Gran Mao le contesta con preguntas: “¿cuánto tiempo puede durar aún el poder de la burguesía? ¿10 mil años?”. Carrillo quedó atónito ante esta cifra, ante esta consideración tan diferente del tiempo y de la historia. Pertenecía a una cultura diferente a la china.
Seda: En China se dice que una civilización [la china] tarda varios milenios en construirse; una cultura [aludiendo a Europa] varias centurias; y una costumbre [refiriéndose a EE.UU.] doscientos años.
Brieger: Bueno, esto de los 200 años de historia yo lo escribí en un artículo en el que citaba a un japonés, Takeshi Umehara, quien critica el cortoplacismo del mundo capitalista occidental. Dice que, fruto de su corta historia, en EE.UU. todo se hace para el hoy, sin considerar qué pasará de aquí a 500 años. A mi me hizo pensar mucho, pues yo soy parte de esta sociedad, me visto a la manera occidental, y poseo una determinada concepción de la historia. Creo, sin embargo, haber incorporado un respeto por otras visiones y consideraciones del tiempo. Para dar un ejemplo trivial, si estoy en Bolivia, y me desespero porque el colectivo en La Paz dice que va a llegar con 4 horas de retraso, debo comprender que mi desesperación se debe a que estoy mirando esa realidad con los ojos de la mía, con mi historia, con la velocidad de la ciudad portuaria a la que pertenezco, que es muy subjetivo preferir vivir a las corridas que tener por costumbre esperar. Es todo un aprendizaje, porque uno tiene una impronta y piensa por lo general a partir de ella.
Seda: Pensar que nuestra forma es La Forma, es pensar que nuestra forma es la única o, cuanto menos, la mejor.
Brieger: Sí, por ello es difícil, cuando uno viaja, entenderse con culturas, tiempos, formas de hablar, construcciones del lenguaje y del pensamiento diferentes. Muchas veces, desde nuestra perspectiva, uno no entiende al otro, y entonces, como decís, tendemos a menospreciarlo. En lo personal trato de no tener esa postura. No siempre lo logro, porque al fin y al cabo fui educado en una determinada sociedad, pero los viajes, en ese sentido, me han ayudado mucho. También el aprendizaje de idiomas, que me han sensibilizado al otro. Por ejemplo, aprender el chino me enseñó a comprender cómo hablan en castellano los chinos en la Argentina (hasta entonces no entendía porque ellos no podían pronunciar ciertas palabras). Por último, cierta predisposición a aprender, a comprender. Nada me enseñó más de los gitanos, por ejemplo, que cuando estuve en sus casas, incorporando sus costumbres, probando sus bebidas, aprendiendo su léxico tan particular. Ello va más allá del juicio, del decir si es mejor o peor que nuestra forma. Es un mantenerse mirando hasta que esa visión se transforma en comprensión, y con ello abrimos la puerta al verdadero respeto.
Seda: Te escuchaba hablando de tu actitud en el encuentro con el otro, y más que una necesidad de tu oficio, parecerías estar hablando de una postura frente a la vida, frente al prójimo.
Brieger: La política internacional es una parte muy importante de mi vida. Que tiene que ver con orígenes familiares, con la historia que traían mis padres, con una tía viviendo en Francia, en fin, con una herencia muy abierta, que sin lugar a dudas marcó el camino de mi desarrollo intelectual y académico. Nunca sabré en qué medida, puesto que en algún momento ese desarrollo adquirió autonomía, pero me es imposible prescindir de todo aquello. A mi me gusta hablar en otros idiomas, me gusta perfeccionarme, me gusta viajar y aprender de otras culturas, pero no por lo exótico, sino para ponerme los zapatos del otro y tratar de comprender porqué caminan de esa forma. Insisto, yo soy parte de esta cultura, me gusta esta cultura, con sus cosas buenas y malas. Tomo Coca Cola, por ejemplo, como algo que me es propio, sin ningún inconveniente ideológico, pero ello no me impide comprender cuál es el significado o las implicancias de que, en los Juegos Olímpicos de Beijing, uno de los sponsors oficiales sea McDonald, que nada tiene que ver con el “mente sana en cuerpo sano” que esas competencias tendrían que promover.
Seda: Ya que te referís a diferentes culturas o formas locales. ¿Qué pensás la división del mundo según nichos culturales o civilizatorios planteada por Huntington?
Brieger: En su momento escribí un texto bajo el título “Debatiendo con Huntington”, publicado en Francia por el Ministerio de Relaciones Exteriores de ese país, junto con otras críticas al libro “El choque de las civilizaciones”. En él confirmaba mi parecer respecto de la existencia de una cuestión civilizacional, pero de ninguna manera en los términos planteado por Huntington, que se me antojan demasiado reduccionistas. Cuando unifica, por ejemplo, a toda África o Latinoamérica como una realidad homogénea resulta a todas vistas un disparate. Un quechua ecuatoriano no tiene nada que ver con un mulato uruguayo. Y un chiapaneca, tampoco guarda relación alguna con un gaucho argentino.
Seda: Podríamos decir por lo mismo que no crees en la existencia de una teoría que pueda explicar al mundo entero.
Brieger: Así es. No creo en la existencia de tal teoría. Es exactamente el error en el que creo que cae Huntington, de mirar al mundo desde su lugar en la Universidad, en Estados Unidos, sin reconocer que lo hacía desde allí, y planteando de manera muy esquemática un análisis mundial. El mundo es extremadamente complejo. Es imposible abarcarlo todo. Además, existen todavía mundos escondidos: mientras muchos salen a la luz, otros tantos son solo locales y se manifiestan de formas muy particulares, como, por ejemplo, el movimiento de los zapatistas, en México. Cada vez creo más en el relativismo cultural, en el sentido de pensar que hay un desarrollo profundamente desigual de las culturas y de las naciones. Con trazos en común, lógicamente. Debido al mundo globalizado es prácticamente imposible encontrar seres humanos sin contacto con el mundo exterior, y nos encontramos entonces con que las comunidades indígenas en Ecuador poseen utensilios plásticos (resulta chocante saber de su tradición con la madera y otros materiales nobles, y verlos sentados en sillas de plástico, pero aunque ello nos resulte poco atractivo o pintoresco debemos entender que es parte de la era del petróleo). Pero aquellos que trataron de mirar el mundo de una manera globalizadora fracasaron. Para dar un ejemplo: Marx fue un extraordinario crítico del desarrollo del capitalismo europeo; ahora bien, cuando trató de analizar lo que pasaba en la India y en México, se equivocó. Más allá de sus conocimientos, él era fruto de su realidad: alemán del centro de Europa, situado en una época donde no se viajaba como hoy y por lo tanto la percepción del mundo era mucho menos fiel a la que se tiene actualmente, etc. Sus categorías podían aplicarse muy bien para entender el desarrollo del capitalismo, pero en otros lugares no podían aplicarse. Otro ejemplo podemos verlo en los sandinistas cuando tomaron el poder en 1979 en Nicaragua. Ellos llegaron a la costa del Atlántico y se encontraron con las poblaciones indígenas que desconocían totalmente el capitalismo. Hablaban inglés porque tenían más relación con Jamaica que con Managua, ya que era más fácil trasladarse por mar que por tierra, más sencillo ir a otro país como Jamaica, que a otra ciudad del mismo país como Managua. Los sandinistas querían propagar el socialismo, pero los mizquitos no entendían de qué les hablaban. En otras palabras, los sandinistas querían aplicar su realidad a otra. No entendían que el grado de desarrollo de esas comunidades no tenían nada que ver con el capitalismo: hablaban otro idioma, pertenecían a una cultura muy diferente a la de Managua, su historia era diferente. Yo no sé si ha cambiado, pues no voy muy seguido a Nicaragua, pero años atrás ir de la costa atlántica a Managua llevaba cerca de una semana en barco, y en cambio era mucho más rápido ir de allí hasta Jamaica. Por ello la música de esta región es más parecida a la jamaiquina que al folklore nicaragüense. Ir con esquemas, con lentes ya puestos para mirar al mundo, para ver como la realidad se adecúa a mi teoría es un problema; creo que es lo que hacía Huntington. Es también lo les sucede actualmente a los norteamericanos cuando no entienden el rechazo a la adopción del modelo de Coca Cola y Mc Donald, que no se explican porqué algunas culturas se aferran tanto a sus tradiciones, a sus comidas locales. Si me preguntaras a mí te diría que me parece fantástico que sea así, que se puedan mantener las tradiciones, algo que la globalización pareciera tender a eliminar: todos vemos lo mismo, nos vestimos iguales, festejamos lo mismo, comemos lo mismo. Me gusta mucho, por ejemplo, cuando los líderes políticos de diferentes lugares del mundo usan sus vestimentas tradicionales. Por el contrario me resulta chocante ver a los chinos o a los árabes en saco y corbata, ¿porqué esas culturas milenarias tienen que adoptar el saco y la corbata?
El mundo es muy complejo. No existe libro de cabecera que pueda explicarlo en su totalidad. Más bien había que hablar de muchos mundos. Un mundo con muchos mundos, donde cada uno de ellos pueden generar su propia respuesta (más allá de las generalidades que uno pueda aplicar: que haya justicia, igualdad, bienestar). Pero tampoco es bueno a mi antojo caer en la idealización de las culturas indígenas por sobre el capitalismo desarrollado, porque los liderazgos indígenas han sido también bastante bravos, incluso sanguinarios. La cultura de la pacha mama por ejemplo, puede haber sido muy bonita, mientras no vinieran a sacarte a tu primogénito para darlo en ofrenda. Los incas construyeron el Tahuantinsuyo, pero sojuzgaron o directamente arrasaron a todos los pueblos menores a su paso. Por eso, repito, que el mundo es muy complejo.
Seda: Imposible tener todas las respuestas…
Brieger: Imposible. El martes di una conferencia. Cuando terminé me preguntaron sobre el golpe de Estado en Mauritania, y yo les contesté “no lo sé, no conozco el tema”. Yo no tengo todas las respuestas. Me hago las mismas preguntas que se hacen quienes me ven o escuchan. Puedo aceptar que en ocasiones profundizo un poco más sobre los particulares, porque es mi profesión, porque estoy empapado de ello, porque leo libros sobre el tema; pero desconozco muchas cosas de la misma manera que los doctores desconocen ciertas áreas o enfermedades, y deben investigar en busca de respuestas. Yo no las tengo, y es de sensatos no preocuparse por ello, no vivir obsesionado por saberlo todo, por la simple razón de que es imposible. ¿Ves? Eso es algo que el programa de los sábados también puede percibirse: que partimos de las preguntas del “qué pasaría sí”, y no del “esto es así”.

Pedro Brieger, es periodista y sociólogo. Conduce el programa "Visión 7 Internacional" los sábados, por Canal 7. Canal donde tiene, además, una columna sobre política internacional todas las noches en el noticiero central. Es columnista en diferentes radios y ha publicado varios libros sobre política internacional, su especialidad. Por otra parte continúa con su cátedra de Medio Oriente en la Universidad de Buenos Aires. Por mayor información:

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