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“El Gobierno de los Estados Unidos no tolerará ningún hondurazo” dijo un senador paraguayo después de una reunión en Asunción con Arturo Valenzuela, el representante de Washington para América Latina. No queda claro si la palabra “hondurazo”, la utilizó Valenzuela o fue la traducción del senador Alberto Grillón sobre lo dicho por Valenzuela para explicar que la Casa Blanca no toleraría un juicio político contra el presidente Fernando Lugo. Tampoco queda claro qué es exactamente lo que Estados Unidos no “tolerará”, dado que sí toleró el golpe de Estado en Honduras. No solamente lo toleró, sino que hizo todo lo posible para evitar el retorno de Manuel Zelaya a la presidencia. Y lo consiguió.
Seguramente los políticos paraguayos que se oponen a Lugo han aprendido varias lecciones de lo sucedido en Honduras. En primer lugar, que no conviene utilizar a los militares para destituir al presidente entre gallos y medianoche, porque es lo más parecido a un golpe de Estado. También, que se pueden utilizar todo tipo de artilugios constitucionales para darle un viso de legalidad a su desplazamiento, tal como ocurrió con Zelaya. A posteriori, el debate sobre lo sucedido entra en una maraña de cuestiones técnicas que la mayoría de la población no puede seguir ni entiende y, el destituido, bien destituido está. Además, y no menos importante, que hay que preparar a la opinión pública con una campaña de desprestigio del presidente acusándolo, como en Honduras, de que él está violando la constitución. La oposición a Lugo cuenta con una ventaja, a diferencia de Honduras, en Paraguay hay un vicepresidente, Federico Franco, que afirma estar dispuesto a asumir la presidencia si fuera necesario.
Los medios de comunicación están jugando un rol fundamental para minar la autoridad de Lugo y abiertamente claman su destitución o renuncia. El 20 de diciembre el diario Ultima Hora incluso propuso que Lugo “haga de Jefe de Estado al estilo de los presidentes de Alemania o Italia, entre otros, y que Federico Franco sea el Jefe de Gobierno”. Pero también le sugería otra alternativa, que renuncie y que diga que no estaba preparado para ser estadista, para que nadie piense que se trató de un golpe.
Que nadie piense que se trata de un golpe. Eso es un “hondurazo”.