El reciente triunfo de Rafael Correa en Ecuador permite reflexionar sobre los profundos cambios que se están realizando en algunos países de América Latina y la estrategia que los sectores de derecha están utilizando para quitarle legitimidad a estos procesos. En apenas dos años Correa consolidó un apoyo popular que le permitió ganar –ahora- holgadamente en la primera vuelta con el 52 por ciento de los votos y 24 puntos de ventaja sobre Lucio Gutiérrez. El multimillonario Alvaro Noboa -que perdió con Correa en segunda vuelta en 2006- tan sólo consiguió el 11 por ciento. Hay una característica que tiene Correa, que lo emparenta con Hugo Chávez y Evo Morales, y que es novedosa en América Latina. Estos líderes, que llegaron al gobierno por la vía electoral, consolidaron su poder apelando a las urnas cuando quisieron convocar a una Asamblea Constituyente o impulsar una nueva constitución, para luego triunfar en elecciones generales. Los tres, en muy poco tiempo, aumentaron su caudal electoral cuando plantearon refundar sus países sobre otras bases económicas y sociales, y apelaron a la movilización activa de las grandes mayorías para conseguir sus objetivos.
A su vez, refrendar el poder por la vía democrática les permitió consolidar una amplia base de apoyo y desarmar a los partidos tradicionales.
El mismo día de las elecciones Alvaro Noboa aseguraba que estaba en segunda vuelta con Correa. Lucio Gutiérrez no le fue a la saga y en vez de reconocer la derrota insiste en que se consumó un fraude. Lo mismo sucedió en Venezuela y Bolivia. Ante los sucesivos triunfos electorales respetando las reglas democráticas y frente a la abrumadora legitimidad de las urnas la táctica de la oposición es instalar un clima de fraude y restarle legitimidad al resultado. Para tal fin cuentan con un aliado clave: los medios de comunicación. En los tres países la inmensa mayoría de los medios está en manos de la oposición y juegan un rol central en la instalación de un clima que descarta de cuajo el triunfo de estos gobiernos. Y cuando esto sucede, claman a los cuatro vientos que hubo fraude. Pero el objetivo es mucho más estratégico: impedir que puedan gobernar.