miércoles, 8 de julio de 2009

Stefanoni.R Bajo- Honduras: Los riegos del "golpe benévolo"

Editorial Le Monde Diplomatique -Bolivia- julio 09
Las batallas latinoamericanas


El golpe finalmente llegó. Pero no en Bolivia,
Venezuela, Ecuador o Paraguay sino en
la pequeña y olvidada Honduras, país que
en los años 80 actuó como portaaviones
en la guerra sucia estadounidense contra
el régimen sandinista en Nicaragua. Y la pregunta
surge de inmediato: ¿se trata de un
golpe acotado a la situación interna de
esta nación centroamericana, cuyo presidente,
Manuel Zelaya, ensayó un curioso
pasaje de la derecha conservadora al "populismo"
sin una base política-social suficientemente
sólida y articulada (1)? ¿O estamos
presenciando un primer capítulo –en el
eslabón más débil de la cadena– de una ofensiva
de mayores dimensiones de una derecha
conservadora desplazada parcialmente
del poder en la última década;
tendiente a clausurar el “giro a la izquierda”
en gran parte del continente? Llama la atención
la firmeza y hasta temeridad con la que
el gobierno de facto –apoyado por los partidos
tradicionales, la cúpula empresarial,
los grandes medios de comunicación, la
curia católica y una parte no despreciable
de la población hondureña– desafió a la
OEA en su intento de reponer al presidente
expulsado del poder en pijama y a punta de
pistola el día en el que debía desarrollarse
una consulta popular, no vinculante, sobre
la necesidad de convocar a una Asamblea
Constituyente. El optimismo inicial sobre
la posibilidad de restaurar el orden constitucional
–impulsado con inédita unanimidad
por la región, en el marco de los cambios
operados con la administración Obama
(Halimi, Pág.36)– se fue desvaneciendo
frente a la consolidación de los golpistas en
el poder y a su carta bajo la manga: convocar
a unas elecciones en las que la exclusión
de Zelaya –impedido por la Constitución de
postularse a la reelección– deja la vía libre
a la restauración del poder conservador-oligárquico…
por medio del voto popular. Esta
vez, a diferencia del golpe frustrado contra
Hugo Chávez en 2002 la Casa Blanca
cambió de inquilino y Obama condenó el
golpe de Estado. No obstante, como señala
el periodista Marcelo Cantelmi en una
columna del matutino Clarín, el presidente
de EE.UU. “puede preguntarse quién en
Washington está dando vitaminas a un régimen
mínimo, globalmente repudiado y que,
en otras circunstancias, una leve brisa esfumaría.
Son los mismos sectores ultras que
le cuestionaron su ‘debilidad’ con Irán y que
atacaron a su gobierno por la leve apertura
hacia Cuba”. En síntesis, ¿hasta dónde Washington
está comprometido con la restitución
de Zelaya? El devenir de los próximos
días dependerá ahora de la evolución de un
incipiente frente popular que ha obligado al
régimen a extremar las medidas represivas
y la “estética” del golpe, que, en un primer
momento, intentó disimular bajo la
figura de la “destitución constitucional”.

Una disputa continental

Y a Honduras se suma una compleja realidad
continental. En otro pequeño país de la región,
Panamá, el dueño de supermercados Ricardo
Martinelli acaba de asumir la presidencia –sin
la presencia de ninguno de los mandatarios
progresistas de la región– con la pretensión
de “desafiar el péndulo ideológico de Latinoamérica”
(2). En Paraguay, el Partido Liberal
–aliado clave de Fernando Lugo– le retiró
su apoyo al Presidente, cuyo programa de
reformas se encuentra peligrosamente empantanado,
con el riesgo de perder la base popular
que lo votó, y su vida personal se vió alte-
rada por varios escándalos de paternidad no
reconocida mientras era obispo.
Las recientes elecciones parlamentarias
en Argentina también introducen buenas
dosis de dudas. El kirchnerismo –cuyo
“modelo” parece bastante lejos de sus pretensiones
de radicalidad nacional-popular
pero se alineó sin dubitaciones con el bloque
regional del cambio– sufrió una dura
derrota electoral que favorece a un conglomaerado
de fuerzas a su derecha, fundamentalmente
el peronismo antiK. Sin temor
a exagerar, es posible interpretar las elecciones
como una interna abierta peronista
por definir la sucesión presidencial para
2011 (3). Y es sintomático que esta derecha
que apenas se animó a defender públicamente
su programa (reprivatización, vuelta
al FMI, etc.) sí planteó con claridad sus críticas
a la participación argentina en el bloque
regional “chavista”. Y a estos inciertos
devenires se suman dudas acerca de la
evolución política de Brasil, Chile y Uruguay:
de los resultados electorales de este y
el próximo año dependerá la consolidación
de UNASUR como novedoso actor continental
y la posibilidad de avanzar en un
nuevo modelo de desarrollo.
El entusiasmo sobre el “socialismo
del siglo XXI” duró menos del tiempo necesario
para problematizarlo con seriedad y
hoy los objetivos parecen más modestos:
evitar la erosión del rumbo post neoliberal
de gran parte del subcontinente, con sus contradicciones
y ambigüedades no poco numerosas.
Una meta que parece tener como condición
de primer orden el fortalecimiento
de la deliberación popular (a menudo ahogada
por el reclamo de lealtad acrítica y
demasiadas bocas cerradas), la construcción
de una nueva institucionalidad capaz de articular
democracia directa y representativa,
además de la capacidad para reducir los niveles
de corrupción, alinear la retórica igualitaria
con una efectiva mejora de los indicadores
sociales, y tener la precaución no
confundir soberbia con radicalidad; o dicho
de otra menera, consolidar las nuevas relaciones
de fuerzas políticas y sociales sin caer
en las polarizaciones artificiales (4).
De esta forma, América Latina pelea
una batalla decisiva. No obstante, el alerta
debería no sólo "cerrar filas" sino abrir debates:
el pensamiento único es hoy tan malo
como como lo fue ayer.

1 “Hacia mediados del año pasado, Zelaya tuvo la habilidad
de percibir la necesidad de un cambio y empezó a
virar su discurso, con un contenido más antioligárquico.
Yo creo, sin embargo, que le faltó recorrer la
enorme distancia entre las palabras y los hechos. Su
acercamiento al presidente de Venezuela, Hugo Chávez,
y a las políticas del ALBA despertaron aquí a los
viejos fantasmas anticomunistas de la derecha más
recalcitrante. La fuerte reacción en su contra no fue
tanto por sus acciones, sino por lo que decía, por el
temor de lo que pudiera hacer”, explicó el periodista y
analista político hondureño Manuel Torres.
2 Guido Bilbao, "Abanderado tropicapitalista al mando de
Panamá", Crítica de la Argentina, Buenos Aires, 3-7-2009.
3 El ex presidente Néstor Kirchner fue derrotado en la
provincia de Buenos Aires por el empresario Francisco
De Narváez, aliado del alcalde de Buenos Aires
Mauricio Macri y apoyado silenciosa pero efectivamente
por el ex presidente Eduardo Duhalde. Alrededor
de 7 de cada 10 argentinos votaron por opciones
antikirchneristas.
4 Un ejemplo de una retórica nacional-popular que
giraba en el vacío fue el intento del gobierno de Cristina
Fernández de Kirchner de plantear el conflicto con
“el campo” como una reactualización tout court del
viejo clivaje pueblo/oligarquía.